En torno a la creación

Créanme, estos ensayos del autor de El libro de Daniel (1971), Ragtime (1975), su obra más celebrada, y La gran marcha (2005), última y espléndida novela moldeando la historia desde la ficción literaria, no tienen desperdicio. De un sentido común aplastante y una inusual delicadeza, buena parte de los 16 textos aquí reunidos constituye, leídos los ensayos entre líneas y más allá de la obra de los autores sobre los que se detienen, algo muy semejante a un lúcido tratado acerca de la ficción, de sus modos de ser y sus servidumbres. Desde la trastienda del oficio de escritor, desde la experiencia del papel en blanco, el bloqueo, el esfuerzo de enhebrar palabras con claro objetivo pero inciertos resultados y el acceso al supermercado de técnicas y estilos, desde la velada confesión de querer saberlo todo sobre la magia de la creación artística, Doctorow nos lleva, como Eco, de paseo por los bosques narrativos. Nos habla, cargado de razón, acerca del propio esfuerzo creador ("donde quiera que se inicie la ficción el trabajo en sí es arduo y lento y la iluminación del escritor se convierte en un supervisor, en una disciplina rectora. Uno vive esclavizado al lenguaje de la pieza, a su dicción [

...], y la única salida posible está en la última frase") -página 10-, recordándonos que "en la historia de la literatura, no existe una equivalencia necesaria entre el logro estético y moral de una novela y el amasijo de humanidad atormentado o inmoral que la produjo" -página 12-, y divide las ficciones de "novelistas que alcanzaron su grandeza a partir de cierta impaciencia con las convenciones de la narrativa [Woolf, Joyce, los 'subversivos']", y las de quienes siguen a pies juntillas los cánones establecidos (modos dispares de manejar el timón del lenguaje y el estilo), distinguiendo entonces "entre los escritores que hacen visible su lenguaje, que dirigen la atención hacia él en el acto de escribir -Melville, Joyce, Nabokov- y los magos de lo real que escriben para hacer invisible su lenguaje" -página 59-. Advierte a los críticos que ven una obra acabada de que, como señaló Faulkner, "ni se imaginan el caos de ensayo y error y tormento del que de algún modo han surgido" -página 47-, y señala que, como repetía D. H. Lawrence, no hay que "confiar en el autor, sino en el libro". Creadores "lee" con envidiable inteligencia la obra de los creadores, pero versa en realidad sobre el proceso de creación. De los borradores de Melville a los experimentos de Picasso, de Einstein y la bomba atómica o de Harpo Marx y el surrealismo llamando a la puerta de América a la fantasía cotidiana de Poe, de la América de Kafka que jamás pisó América a la Primera de Mahler o la transgenericidad de Sebald.

Que Doctorow, que es uno de los grandes narradores americanos de la segunda mitad del XX, tiene el don de la palabra es cosa consabida, pero en este magnífico volumen se revela como un ensayista sumamente ameno, capaz de lograr que el lector disfrute con sus documentados perfiles biográficos y literarios de Hemingway, Dos Passos y Fitzgerald como si avanzase con fruición por un paisaje realmente cautivador, trufado de personajes, experiencias, historias y conocimiento, por un paisaje de novela. -