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Columna
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La cabeza de Emilia Caballero

Con el partido socialista a punto de meter gravemente la pata en las Cortes, un correo electrónico me reconciliaba con el tópico de que una imagen vale más que mil palabras. Inmortalizados en noviembre por el fotógrafo de este periódico Santiago Carreguí al término de un pleno, un grupo de gobernantes principales y diputados conservadores reían a mandíbula batiente, en supuestamente franca y desde luego muy masculina camaradería. Mi comunicante destacaba con un círculo a José Cholbi, candidato a Síndic de Greuges. Y reproducía el contenido de tan alta institución: "Será fiel garantía de la legalidad y transparencia de los actos y resoluciones emanados de los órganos de la administración pública de la Generalitat. Garantizará un control externo respecto de los mencionados actos y resoluciones, en orden a la consecución definitiva de un ordenamiento jurídico que legitime, ampare y defienda los derechos y libertades del pueblo valenciano. Lo hará con total independencia de criterios respecto de todas las instituciones de la Generalitat. No estará sometida a ningún mandamiento imperativo y no podrá recibir instrucciones de ninguna autoridad, para poder actuar con objetividad e independencia".

Ignoro qué papel pudo jugar esta foto, y cómo y cuándo las mentes pensantes de la minoría mayoritaria decidieron que no iban a dar su voto (imprescindible ya que se necesitan dos tercios de la Cámara) a un diputado tan obsequioso con su señor. La cuestión es que la Síndic adjunta ha seguido tirando del carro desde que hace más de un año el PP defenestrara al que había sido su hombre de confianza, Bernardo del Rosal, que cometió el error de creerse su papel emitiendo unos cuantos informes no precisamente progubernamentales.

Las denuncias relacionadas con el trato de favor al urbanismo salvaje han vuelto a motiva" el escándalo montado en torno a Emilia Caballero, que tenía que divulgar su dictamen a través de Internet porque la presidenta de las Cortes no se dignaba a recibirla. El escrutinio anual de la Sindicatura también comete la osadía de ocuparse de las carencias en Educación, Sanidad, Vivienda, al tiempo que señala las consejerías y municipios hostiles. Y hablando de beligerancia, el Consell ha tardado poco en demostrar su respeto por la independencia pidiendo la cabeza de la defensora del pueblo, con lo bien puesta que la tiene (la cabeza y otras cosas) y despreciando su trabajo porque al fin y al cabo "solo está de interina".

Los ejecutivos valencianos de los últimos años se caracterizan por su democrática devoción por las instituciones, siempre que no molesten: el Parlamento (si vota a golpe de silbato), la Justicia (si no procesa a sus corruptos), la Universidad (si no se muestra crítica), Europa (si no censura la política urbanística), los medios de comunicación (si no desvelan sus trapicheos)...

Demostrado: la institución más reverenciada sigue siendo la familia. Y todos sus padrinos.

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