"Bonjour, tubabu!"
Malí, en un apasionante recorrido lleno de color, música y alegría
Con el verano llegan las lluvias. Y con las lluvias, el tubabu. Las precipitaciones no se llevan el calor, pero por las calles se pasean los blancos, los tubabu que están de vacaciones ("Tubabu, ça va?", "Bonjour, tubabu!", gritan los niños sonriendo), y aunque la mejor época para visitar Malí es a partir de noviembre, está bien siempre, incluso en época seca. Malí no tiene salida al mar, pero el río Níger cruza la inmensa llanura del país, y su recorrido sobre el mapa nos dará una primera idea del nuestro. Una vez aterrizados en Bamako, salgamos rápido hacia Mopti y dejemos el último día para la capital: a las capitales africanas es mejor enfrentarse cuando ya nos hemos hecho un poco al país.
MOPTI
Los 600 kilómetros que separan ambas ciudades pretenden ser recorridos en unas nueve horas en autobús, aunque algún que otro contratiempo (el conductor se quedaba cada 50 kilómetros con la palanca de cambio en la mano y debía parar en el arcén para repararla y después bajarnos todos para empujar hasta que arrancase de nuevo) alargó mi viaje hasta 30 horas. El resto del pasaje, indignado, me quiso convencer de que eso no era lo normal, y yo le creí. También se puede ir en avión en poco más de una hora. O en cómodo todoterreno si vamos en viaje organizado.
Mopti es conocida como la Venecia de Malí, por los ríos Bani y Níger, y las barcazas que los cruzan, usando pértigas que se manejan de pie desde popa; pero quizá sería más acertado compararla con la india Benarés asomada al Ganges, por el color, la temperatura, el olor, la calidad de sus infraestructuras e incluso alguna vaca.
Mopti es un bullicio desde el amanecer, un derroche de sonidos, el claxon de motos y coches, varias radios siempre cerca (la música en Malí es un concepto casi sagrado), muchachas que nos ofrecen lo que lleven en la palangana que sujetan sobre su cabeza, "mango, tubabu", los niños que nos saludan, y el amigo que quiere convertirse en nuestro guía, casi sólo necesario para impedir que se nos acerquen otros guías.
Si el viaje es organizado, o si nos alojamos en el hotel Ambedjele, de unas españolas, no tendremos mayor problema; si vamos solos, tampoco, sólo que habrá que imponerse ("¡que me dejes de una vez, hombre!") y andar regateando casi por todo.
Alojados en el hotel, duchados, sin el equipaje a cuestas, acerquémonos al río Bani, que un poco más adelante se une al Níger. El espectáculo nos confirmará que fue una buena elección Malí como destino. La multitud de piraguas con dos o tres personas; las grandes pinazas (barcas desde 10 metros de eslora con un techado de esparto que consigue un increíble frescor); el barco grande, viejo y hermoso que va un par de veces a la semana a Tombuctú (dos días de viaje, tres en la pinaza); los coches, motos, incluso camiones que llegan a entrar en el río para ser lavados; las mujeres de bellos y coloridos ropajes que se desnudan de cintura para arriba para bañarse, siempre con un bebé a la espalda; las vacas bebiendo...
Elevado en una de las esquinas del abarrotado y pequeño puerto de piraguas, el bar Bozo será una atalaya excepcional para ver el atardecer sobre el río, hacer unas fotos y tomarnos nuestro primer plato de arroz con salsa y una Castel, la cerveza maliense.
Por la mañana podemos tomarnos un café au lait (para ir a Malí conviene desempolvar nuestro francés) y un trozo de buen bizcocho en la Pâtisserie Le Dogon, y acercarnos a la impresionante mezquita de barro, de estilo sudanés, y a los mercados cercanos. Después podemos plantearnos la primera excursión. Porque Mopti es el campamento base que nos permitirá -dependiendo de nuestro tiempo- una serie de fabulosos acercamientos a las diversas maravillas que nos ofrece Malí.
BANI Y NÍGER
El paseo puede ser de dos horas o de tres días (incluso más si queremos). En el de dos horas, una piragua movida con pértiga nos puede cruzar a alguno de los poblados del otro lado del río. Pueblos de pescadores con sus casas de adobe, y su bonita y pequeña mezquita de barro, y sus mujeres y niñas moliendo grano, o algún poblado tuareg.
A partir de seis horas podemos ir hasta el Lac Débo, el lago en una de cuyas orillas podemos hacer noche y donde veremos hipopótamos, esos gigantes torpes.
El viaje de dos noches y tres días nos llevará a la mítica Tombuctú, escondida y casi devorada por la arena, con sus mezquitas y su legado andalusí, y sus calles, y su historia, mereciéndose un texto para ella sola.
PAÍS DOGÓN
El País Dogón suele ser lo más recordado de un viaje a Malí. Formado por una serie de poblados animistas arrimados a una falla de 150 kilómetros de larga, los dogones llegaron hace unos 500 años desplazando a los tellem, personas que medían menos de metro y medio y a cuyas casas inverosímiles -colgadas en las paredes de la falla- podemos asomarnos. Iremos de Mopti a Bandiagara. Desde allí se pueden hacer excursiones de dos días, o de más de una semana, a ser posible a pie, visitando en un mismo día varios pueblos y contemplando extraordinarios paisajes con cascada incluida y el imponente baobab siempre presente. Poblados de barro y techos de paja y gente amable. A los viejos del lugar, protegidos del calor en bajas y abiertas construcciones de piedra, les obsequiaremos siguiendo la tradición con cola, un fruto extraño y amargo. Cerca de ellos, la casa donde necesariamente habitan las mujeres durante la menstruación. Un sinfín de costumbres que nos contarán y nos dejarán perplejos.
DJENNÉ
Intentaremos que nuestra visita a Djenné (pronunciado Yené) caiga en lunes, el día del mercado. Los lunes, al marrón del barro de la mezquita más extraordinaria de Malí se une el color de los vestidos de los cientos de mujeres venidas para el mercado. Para llegar a Djenné, desde Mopti, una barcaza nos cruzará despacio el río, sin prisa, con furgonetas atestadas de personas, con niñas vendiendo bolsas de agua fresca, mango y dulces, antes de volver a Bamako, satisfechos de este paseo por el corazón de África sabiendo que regresaremos.
Pablo Aranda (Málaga, 1968) es autor de Ucrania (Destino, 2006) y de El orden improbable (Espasa-Calpe, 2004)
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos- Moneda: el franco CFA (un euro equivale a unos 650 CFA). En muy pocos lugares aceptan tarjetas de crédito. Cambiar euros es muy fácil.- Salud: es obligatoria la vacuna contra la fiebre amarilla. Hay que llevar repelente para los mosquitos. Más información, en Sanidad Exterior (913 60 13 43 y www.msc.es).Cómo ir- Muchas agencias y mayoristas organizan viajes por Malí. Por ejemplo, Catai (www.catai.es; en agencias) tiene un programa de nueve días, desde 1.858 euros, que incluye Bamako, Ségou, Mopti, Djenné y el País Dogón. Nobeltour (en agencias; www.nobeltours.com) también propone Malí en nueve días, desde 1.520, con paradas en Ougadougou, Mopti, Djenné, Bandiagara, Shanga y Ouahigouya. Agencias especializadas como Bidón 5 (www.bidon5.es), Alventus (www.alventus.com),Años Luz (www.aluz.com), Banoa (www.banoa.com) o Club Marco Polo (www.clubmarcopolo.es) también incluyen Malí entre sus propuestas.DormirHay hoteles para todos los gustos, pero casi siempre demasiado básicos. Son recomendables:- Rabeleis (00223 221 36 37). Route de Sotuba, en Bamako. Unos 60 euros.- Ambedjele (00223 242 10 31; www.ambedjelehotel.com), en Mopti. Sus propietarias, Marta y Montse, nos aconsejarán en castellano. 61 euros.- Le Campament, en Djenné, es más modesto. Unos 25 euros.Información y bibliografía- Ministerio de Turismo de Malí (www.malitourisme.com).- África en silencio. Manuel Villar. Alianza, 2007. 9,90 euros.- Al sur del Sáhara. Cuaderno de viaje del África negra. Pedro Delgado, Ed. Caligrama, 2000. 10,40 euros.- Cita en Tombuctú. Pep Subirós. Destino, 1996. 16,23 euros.
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