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Columna
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Reyes

El resultado de las elecciones traerá menos carbón del merecido, y regalos para todos

Enrique Gil Calvo

"Los Reyes son los padres": he ahí el doloroso despertar del sueño ilusorio de la inocencia infantil, epifanía que suele producirse con la vuelta al colegio tras las fiestas de Navidad. Y esta metáfora del acceso al uso de la razón, tras descubrir el principio de realidad, también tiene traducción política. En efecto, en estas fechas los gobernantes tienden a regalarnos los oídos con la lista de premios con cargo al presupuesto que los Reyes estatales nos traerán a los ciudadanos que hayamos sido buenos en forma de subidas de pensiones, cheques natales, ayudas al alquiler y otras subvenciones análogas. Y lo mismo hace la oposición con su oferta de rebajas de impuestos y demás promesas electorales. Pero en cuanto llega la cuesta de enero se impone el principio de realidad, que nos hace despertar de la ilusión política: subidas rampantes del paro y la inflación, pero también de las hipotecas, el teléfono, el gas, el agua y la luz, los transportes públicos, etcétera.

Sin embargo, esta versión política del cuento de la epifanía también puede volverse del revés. Los verdaderos Reyes no son los políticos sino los ciudadanos, y no sólo como contribuyentes sino sobre todo como miembros de la soberanía popular. Es verdad que los políticos españoles tienden a caer en un paternalismo populista, tratando a los ciudadanos como menores de edad a los que se puede sobornar con subvenciones, espectáculos y otras dádivas otorgadas desde arriba con graciosa magnanimidad. Pero en una democracia, quien paga manda. Esos regalos de Reyes están sufragados con cargo al contribuyente, que además es un ciudadano. Y cuando llegan las elecciones (el 9 de marzo, sin ir más lejos), quien reparte premios y castigos no es el político paternalista, sino el votante soberano.

Por lo tanto, si tenemos en cuenta que los auténticos Reyes no son los políticos sino los ciudadanos, ¿qué nos van a traer Sus Majestades en este año bisiesto de 2008? Dependerá de cómo se hayan portado nuestros políticos a lo largo de esta legislatura que está a punto de concluir. Si los ciudadanos consideran que se han portado como niños malos (pequeños pero matones) que se pelean en el patio del colegio con bronca crispación, entonces no habrá más remedio que traerles carbón. Lo que en democracia se traduce por abstención. Ahora bien, si los ciudadanos electores consideran que un bando de pequeños matones se ha portado peor que los demás, entonces la abstención o el voto de castigo se dirigirá contra ellos, y los demás saldrán por defecto beneficiados. ¿A qué bandos de matones me estoy refiriendo, en este alegórico cuento navideño? A los tres que se disputan el control del patio del colegio: progresistas, conservadores y nacionalistas.

El instituto demoscópico Noxa, que predijo la victoria del PSOE en 2004, acaba de pronosticar para La Vanguardia un empate técnico. Así que las espadas siguen en alto, sin que sepamos todavía cuál será el veredicto final que dicten los ciudadanos. Pero en teoría caben cuatro resultados. Una primera opción es que los electores decidan concentrar su voto de castigo en el PP, dado el matonismo con que ha saboteado esta legislatura. Lo cual implicaría otorgar al PSOE una inmerecida mayoría suficiente o absoluta. La segunda posibilidad es que el voto de castigo se centre en el PSOE, para hacerle pagar la crisis económica y el doble fracaso de sus aventuras políticas (proceso de paz y deriva del Estatuto catalán). Pero este resultado sólo podría darse si el PP obtuviera una clara mayoría, lo que parece poco probable.

La tercera alternativa es que el voto de castigo se reparta por igual entre PP y PSOE, dada su responsabilidad compartida en la degradación de la legislatura. Pero esto supondría una evidente victoria de los nacionalistas, que ante la neutralización por empate de los partidos estatales lograrían imponer por defecto su dictado confederal: divide y vencerás. Y queda la cuarta salida, en forma de abstención generalizada como voto de castigo masivo contra la totalidad de la clase política, lo que quizás exigiría como respuesta formar un gobierno de gran coalición o unidad nacional. ¿A cuál de estos resultados se acercará el veredicto final de los Reyes ciudadanos?

Según acostumbran a hacer sus Majestades, el dictamen tenderá a resultar salomónico pero benevolente: menos carbón del merecido y regalos para todos. Un resultado muy parecido a la tercera opción de las mencionadas: victoria pírrica del PP o del PSOE por mayoría reducida y victoria a los puntos de los nacionalistas. Así llegaremos al momento de la verdad: la negociación de la investidura presidencial y de la nueva financiación autonómica. Entonces despertaremos del sueño ilusorio creado por la crispación política y se impondrá el principio de realidad.

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