Tranquilidad dentro y fuera
El sentido común volvió ayer a los derbis sevillanos. Tras varios años en los que los Sevilla-Betis, o viceversa, se habían convertido en sinónimo de incidentes, el encuentro de ayer rompió la tradición. Tanto dentro como fuera del campo hubo tranquilidad, algo que no se vivía en los partidos de la máxima rivalidad sevillana desde hace tiempo.
La muerte de Antonio Puerta en el inicio de la campaña hizo que las directivas de los dos equipos recapacitasen y se reconciliasen tras años de virulentos desencuentros verbales que posteriormente contribuían al enfrentamiento entre aficionados de uno y otro equipo. El momento más bochornoso se vivió el año pasado en los octavos de la final de la Copa del Rey, cuando el entonces técnico sevillista, Juande Ramos, recibió un botellazo en el campo del Betis que lo dejó inconsciente. Las directivas de los dos equipos entonaron un tímido mea culpa, pero pronto volvieron a la greña.
Como viene ocurriendo desde hace años, la policía escoltó desde el estadio Manuel Ruiz de Lopera hasta el Sánchez Pizjuán a los 750 aficionados béticos que acudieron al campo sevillista. Los hinchas recorrieron el trayecto a pie y fueron coreando canciones de ánimo a su equipo, sin que a su llegada al campo sevillista se produjera ningún lance de relieve. En el campo, los Supporters Sur, los hinchas radicales béticos, fueron ubicados en una esquina del campo y se estableció una zona de seguridad vacía de seguidores del Sevilla a su alrededor.
En esta zona de la grada sólo hubo algo de marejada cuando Luis Fabiano marcó el primer gol, ilegal a todas luces.
Al palco sevillista acudieron varios directivos del Betis, aunque no el propietario del equipo de Heliópolis, Manuel Ruiz de Lopera. El dispositivo de seguridad para el partido estaba formado por 500 efectivos.
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