Cuestión de puntería
Antes de concluir que la tele de estas Navidades ha sido desastrosa, como repite monótonamente la crítica, conviene no olvidarse de que nuestras cadenas son bastantes más que esas seis generalistas que (sólo) calibra el audímetro, y que el paisaje audiovisual español también está compuesto de esas numerosas televisiones temáticas que nunca dan las campanadas de Nochevieja, no tienen tratos con el cacharro de medición de audiencias y nos llegan por satélite, cable, ADSL o lo que sea.
Si tienes un poco de puntería con el mando a distancia, si te sales fuera del maldito círculo de tiza de las generalistas, es posible que te cabrees mucho menos con la tele y no sólo durante las Navidades.
Todo dependerá de lo que busques en tu zapeos. Si es la mierda herciana de siempre, científicamente registrada por el audímetro, o si es esa nueva calidad que representan las mejores series del momento que ya se pueden disfrutar aquí y dan ciento y raya, insisto, a los estrenos de Hollywood.
He pasado unas formidables Navidades viendo Los Tudor y Los Soprano, esas dos históricas familias de turbulencia mafiosa. Estoy enganchado a Drexter, ese serial killer de la cadena Fox que pone en entredicho al científico colega forense Grissom, de CSI. No me pierdo detalle del Perdidos de la tercera temporada, a pesar de que ya la tengo en DVD pirata, y aunque sólo sea para comprobar el doblaje de La 2.
Y viendo las promos, acabo de enterarme de que mañana, bendita Fox, se estrena la serie Californication, y que Televisión Española, por fin, decide ningunear en sus parrillas la última temporada de la estupenda y siempre maltratada El ala oeste de la Casa Blanca. Sólo es cuestión de puntería, ya digo.