China intenta digerir su propio éxito
Mientras la renta 'per cápita' en las ciudades crece el 10%, más de 137 millones de chinos viven en la pobreza
Cuando el 1 de octubre de 1949 Mao Zedong proclamó la creación de la República Popular China, el líder comunista advirtió al mundo desde la plaza de Tiananmen, en Pekín: "El pueblo chino se ha puesto en pie".
Quedaron atrás -aunque siguen clavados en la memoria- los tiempos de dominio, humillación e invasión colonial. Pero la nueva nación, renacida de un doloroso conflicto civil, siguió encerrada en sí misma como había hecho siempre. Tuvo que fallecer el Gran Timonel (1976), para que cambiara de rumbo y a manos de su sucesor, Deng Xiaoping, se lanzara, en diciembre de 1978, a un proceso de apertura y reforma, en el que aún sigue inmersa.
El progreso económico ha provocado la admiración de gobiernos, economistas y observadores extranjeros -el producto interior bruto (PIB) ha crecido a una media anual del 9,7% en los últimos 28 años, y alrededor de 400 millones de personas han salido de la pobreza-, pero ha originado una tremenda brecha social, ha llevado la corrupción a todas las capas de la sociedad y ha pasado una dolorosa factura medioambiental. Mientras tanto, el Partido Comunista Chino (PCCh) se ha perpetuado en el poder, y apenas se han producido avances y reformas políticos.
Las inversiones olímpicas no pasarán factura. Suponen el 0,3% de los activos en cinco años. Se celebran en Pekín, una de las 650 ciudades chinas
Si China no permite que su moneda se aprecie respecto al euro podrían surgir presiones en Europa para aplicar medidas proteccionistas
El año de China
2008 será el año de China. Al menos, eso es lo que desean sus dirigentes. Porque cuando el 8 de agosto a las ocho de la tarde comiencen los Juegos Olímpicos de Pekín, los ojos del mundo estarán enfocados en la capital, donde la competición será mucho más que un evento deportivo. Los Juegos representan para China la entrada en el mundo por la puerta grande. Y los líderes asiáticos, puestos en pie, saludarán el inicio de una nueva era, en la que el país más poblado de la Tierra ya habrá superado a Alemania como tercera economía del mundo, por detrás de Estados Unidos y Japón, o estará a punto de hacerlo, aunque aún se encuentre muy lejos en PIB per cápita. Se estima que su economía creció un 11,5% el año pasado, cuando el objetivo oficial era un 8%.
Pero China tiene que hacer frente mes tras mes a su propio éxito, porque tiene prisa. Y por ello necesita crecer sin pausa, a costa del peligro de sobrecalentamiento que amenaza algunos sectores y de la pujante inflación. La ecuación que deben resolver sus economistas es compleja: cómo mantener en marcha a buen ritmo la máquina para crear puestos de trabajo y reducir la pobreza, al tiempo que evitan que se embale y se produzcan un sobrecalentamiento y una crisis financiera.
De ahí que cuando los responsables de la Oficina Nacional de Estadísticas hacen públicas las cifras macroeconómicas trimestrales, las suelen acompañar de una advertencia: aún existen fuertes desequilibrios. El Gobierno está intentando modificar la estructura del modelo económico, con objeto de limitar la dependencia de la inversión y las exportaciones, e impulsar el consumo interno. De momento, con poco éxito.
Pekín se ha fijado como meta cuadruplicar el PIB per cápita entre 2000 y 2020, un reto especialmente duro ahora que la Administración del presidente Hu Jintao ha asegurado que ya no vale el crecimiento a cualquier precio y que hay que optar por un modelo de desarrollo más sostenible, con menor consumo de energía y respetuoso con el medio ambiente, algo en lo que tampoco ha habido hasta ahora mucho progreso.
Unas cuantas cifras dan idea de la potencia de la locomotora china, que, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), contribuyó en 2007 más que Estados Unidos al ascenso de la economía mundial. El superávit comercial alcanzó 238.100 millones de dólares en los 11 primeros meses del año pasado, un 34% más que en el mismo periodo de 2006. El déficit de la Unión Europea con China se estima que pasará de los 128.000 millones de euros en 2006 a unos 170.000 millones en el conjunto de 2007. El país asiático tenía a finales de octubre unas reservas en divisas extranjeras de 1,45 billones de dólares.
Mientras tanto, la inversión en activos fijos en las zonas urbanas aumentó un 26,8% en los 11 primeros meses, hasta 10,1 billones de yuanes (942.600 millones de euros), a pesar de los esfuerzos de las autoridades para contenerla. Unos esfuerzos que, a menudo, chocan con los intereses de los gobernantes locales, que, preocupados por el desempleo y las potenciales protestas sociales, tienden a aprobar con facilidad los proyectos de inversión.
Los temores sobre la existencia de una burbuja son especialmente fuertes en el sector inmobiliario, donde, hasta noviembre, la inversión creció un 31,8%. El precio de las viviendas en 70 de las principales ciudades del país subió un 10,5%, respecto a un año antes. Esta tendencia, unida al meteórico ascenso de los precios de algunos alimentos y de los combustibles, ha contribuido a que la inflación se haya disparado, hasta alcanzar el 6,9% en noviembre, respecto al mismo mes un año antes.
El primer ministro, Wen Jiabao, ha prometido luchar contra las veleidades inversoras, ya que, según el Gobierno, la inflación y el riesgo de sobrecalentamiento son las dos mayores amenazas para la economía en el año de los fastos olímpicos. China elevó en 2007 seis veces los tipos de interés y 10 veces, hasta fijarlo en el 14,5%, el ratio de dinero que los bancos deben tener en reservas.
A los desafíos que afronta dentro de sus fronteras, se suman los externos. El año que se ha ido generó fuertes tensiones comerciales con dos de sus principales socios: Estados Unidos y la Unión Europea. Los escándalos sobre la seguridad de los alimentos, medicinas, cosméticos, neumáticos o juguetes minaron la credibilidad de las exportaciones, hasta el punto que el sello 'Made in China' comenzó a ser visto como sinónimo de peligro en vez de barato.
Algunos observadores, han percibido en este auge de quejas y denuncias no sólo una preocupación por la seguridad de los consumidores occidentales sino también una campaña contra la potencia asiática, cuyas ventas en el exterior no cesan de crecer, y contra lo que consideran una moneda -el yuan o renminbi- artificialmente infravalorada.
Durante la X Cumbre Unión Europea-China, que se celebró a finales de noviembre en Pekín, los dirigentes de la UE trasladaron a sus interlocutores con una sorprendente dureza, su malestar por la debilidad del renminbi, las continuas violaciones de los derechos de propiedad intelectual y las barreras que encuentran las compañías europeas para acceder al mercado local. Y lanzaron una advertencia: si China no permite que su moneda se aprecie respecto al euro, podrían surgir presiones en Europa para aplicar medidas proteccionistas. Europa es el mayor mercado de los productos del país asiático.
Cierre de 200.000 talleres
Bruselas, igual que el Fondo Monetario Internacional, asegura que un alza del yuan puede permitir a Pekín reequilibrar su economía y luchar contra la inflación. Pero China teme que dañe sus exportaciones, y ha replicado que los cambios se producirán de forma progresiva. Por si cabía alguna duda de sus intenciones, el Ministerio de Comercio ha advertido que "una apreciación demasiado rápida causaría fluctuaciones en la economía china que no serían positivas para el mundo".
En un esfuerzo por erradicar la desconfianza, Pekín ha prorrogado una campaña ámbito nacional de cuatro meses puesta en marcha en agosto pasado contra los productos alimentarios de baja calidad, entre ellos arroz, aceite de cocina, lácteos, té o cerveza. La cierre de la campaña se han clausurado 192.400 talleres de elaboración de alimentos que no tenían los permisos necesarios, se han retirado 1.254 toneladas de productos y se han practicado cientos de detenciones. Con ello, Pekín no sólo limpia su imagen sino que contribuye a mejorarla internamente.
El Gobierno insiste en que uno de sus objetivos prioritarios es reducir las desigualdades sociales, que no cesan de crecer, y se han erigido en una amenaza para la supervivencia del Partido Comunista. La renta per cápita en las zonas urbanas fue de 11.759 yuanes (1.097 euros) en 2006, un 10,4% más que el año anterior, mientras que en las rurales, donde ascendió a menor ritmo -el 7,4%- fue de 3.587 yuanes, 3,28 veces menos. En 2003, la diferencia era de 3,23 veces. Un total de 137 millones de chinos viven bajo el umbral de la pobreza; es decir, con un consumo inferior a un dólar diario, según el Banco Mundial.
El Banco Asiático de Desarrollo estima que la economía china crecerá un 10,5% en 2008, la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo (máximo órgano de planificación del país) vaticina un 10,8%, y el Deutsche Bank, un 10,4%. Será el sexto año consecutivo con incremento de dos dígitos. El banco alemán cree que la deceleración llegará por la ralentización de las exportaciones. Sin embargo, la finalización de las inversiones olímpicas no pasará factura. La razón -esgrime-, es que sólo han representado el 0,3% de las inversiones en activos fijos en China en los últimos cinco años, ya que se trata de un evento de Pekín, una entre las 650 ciudades de China. Una situación diferente a la que se produjo en Sydney (2000), Seúl (1998), Barcelona (1992) o Atenas (2004), donde las inversiones representaron entre el 1% y el 4% de las realizadas en sus países en los cinco años previos a la competición.
El precio del cerdo y la excusa de los Juegos Olímpicos
Hace unos días, la camarera de un restaurante de Pekín respondía así a un cliente que se quejaba del aumento de los precios que había sufrido la carta el último año: "La carne y otros productos han subido mucho". La empleada tenía razón.
El cerdo ha experimentado un incremento del 56%, y la escasez de aceite ha afectado igualmente a la cesta de la compra. El alza de los alimentos, unido al del combustible y otras materias primas, ha disparado la inflación en China hasta cotas no conocidas desde diciembre de 1996.
El pasado noviembre alcanzó el 6,9% (4,6% en el acumulado del año), cuando el Gobierno se había fijado como tope el 3% para el conjunto de 2007. En 2006 fue del 1,5%.
Según algunos expertos, la inflación es mucho más alta en ciudades como Pekín, donde la euforia de los Juegos Olímpicos se ha convertido en la fórmula mágica con la que miles de pequineses esperan, si no hacerse ricos de una tacada, al menos ingresar unos cuantos yuanes extras. Algunos dueños de apartamentos han exigido a sus inquilinos habituales un pago suplementario durante el mes de agosto, con la excusa de que "son los Juegos". La Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo ha estimado esta semana que la inflación alcanzó el 4,7% en el conjunto de 2007, el valor más alto en una década, pero confía en que este año baje al 4,5%.
Las subidas de precios son un tema políticamente sensible en China, debido a su potencial como catalizador de protestas sociales. Junto a la corrupción, fueron uno de los desencadenantes de las manifestaciones de junio de 1989 a favor de la democracia en la plaza de Tiananmen, en Pekín, que acabaron en un baño de sangre.
De ahí que el Gobierno se haya fijado como objetivo prioritario para 2008 frenar la carrera del índice de precios al consumo. De momento, ha incrementado los subsidios a los criadores de cerdos, y ha impuesto tasas hasta del 25% a la exportación de grano, con objeto de estabilizar el mercado local. Además, ha dicho que podría tirar de las ingentes reservas de divisas para importar más alimentos, como aceite de cocina, y acelerar la revaluación del renminbi (unidad básica del yuan).
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