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CIRCO
Columna
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Comida clásica y mayonesa cortada

Son dos de los circos que pueden verse estos días en Barcelona y son también de los más consolidados en estas fechas navideñas: frente al edificio de Correos, el Raluy (en el Moll de la Fusta, hasta el domingo), con su llamativa carpa y los preciosos carromatos de madera que la rodean, ofrece un año más la fórmula de siempre, bajo el título de Dancing Circus. En el otro extremo de la ciudad, y con ésta ya van 12 ediciones del Circ d'Hivern, el Ateneu Popular de Nou Barris presenta un nuevo montaje de circo contemporáneo: Click!, dirigido por el ex furero Hansel Cereza (hasta el día 7). Dos propuestas distintas y opuestas tanto en su concepción y alcance como en su desarrollo.

Mientras que los Raluy no engañan a nadie -el público familiar ya sabe que va a ver una sucesión de números que pueden ser más o menos acertados, pero en los que siempre hay algo sorprendente-, la sensación que más de uno tiene a la salida de Click!, dadas las expectativas generadas -que si circo de fusión, que si formato insólito, que si la innovación empieza en los Pirineos...-, es de tomadura de pelo. Es una pena, porque este escenario ha dado montajes estupendos que se han dado a conocer fuera del Ateneu y han ganado premios como, por ejemplo, el Nacional.

Los elementos que conforman el espectáculo de Click! son insolubles

El problema de Click! reside en la célebre dramaturgia que ha de envolver y dar sentido a todo espectáculo de circo contemporáneo. Aquí, la historia de un tipo (Miner Montell) que vive en un teatro en desuso y que una noche de tormenta acoge a un grupo que se refugia en él no sirve para unir los números. Los intérpretes son buenos: Ignasi Gil arranca aplausos con su destreza en la percha china, en la que hace lo que quiere sin mostrar el más mínimo esfuerzo; Jessica Heredia es una magnífica bailarina de breakdance; la gimnasta rítmica Sofia Cortesao deleita con sus contorsiones sobre tacones de aguja. Pero los elementos se vuelven insolubles. Cada uno parece ir por su lado, ni siquiera hay coherencia lingüística: tan pronto se comunican hablando normalmente, como por gestos o por monosílabos, cuando no gritando frases deliberadamente incomprensibles. Una decepción, sobre todo para los más pequeños.

Los Raluy cuentan con un número excepcional: el de Pat Bradford y Kate, dos estupendos bailarines de claqué que demuestran su técnica subiendo y bajando por una escalera. Lo mejor es cuando él hace eso mismo con las manos, gracias a unas claquetas que se ata a las palmas, y baja las escaleras haciendo el pino y bailando, claro, para volverlas a subir. Impresionante. Dancing Circus ofrece también, entre otras sorpresas, un curioso número, Quick Change Act, a cargo de Bill y Rose en el que ambos se cambian de vestuario en un abrir y cerrar de ojos literal delante del público.

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