Interferencias
El presidente de Cajasol, Antonio Pulido, ha actuado con rapidez. La situación así lo requería. Con el apoyo unánime de su consejo de administración destituía al hasta ahora director general de la entidad, José María Ramírez Loma. Tras las consultas de rigor, Banco de España, Consejería de Economía y PSOE, decidía imprimir un nuevo ritmo al proceso de fusión entre El Monte y Caja San Fernando aplicando un relevo en la cúpula que se culminará en los próximos días con la designación de su sustituto, un profesional probablemente ajeno a ambas cajas y que deberá acometer el indispensable trabajo de integración para que dicha caja actúe como un sólo bloque y no como la suma de dos. Se trata de una difícil tarea si se tiene en cuenta que procesos de fusión anteriores, como es el caso de Unicaja, precisaron de más de cinco años para que se desarrollara plenamente, y aún así a estas alturas todavía se observan vestigios de algunas de las entidades que formaron el conglomerado financiero malagueño, sobre todo, a la hora de la convivencia diaria de los distintos cuerpos directivos.
De todas formas, si ésta es la única incidencia que cabe destacar en el camino iniciado por estas cajas, deben darse por más que satisfechas. La fusión prevista se aceleró en el tiempo con la idea de cumplir el objetivo político que se había planteado en su día el presidente andaluz, Manuel Chaves. Y en clave local, era una forma, también, de blindarse ante futuras operaciones que quién sabe si no se precipitan tras las próximas elecciones autonómicas. Lo sucedido, por tanto, no debería tener mayor importancia. Entra dentro de la lógica de una firma financiera que pretende garantizarse un mejor funcionamiento, aumentando sus perspectivas de negocio y bajo las directrices emanadas por su consejo de administración encabezado por su presidente.
En un momento en el que las convulsiones del mundo de las finanzas siembra de incertidumbre el escenario económico a corto y medio plazo, la medida se ha adoptado con limpieza y ha contado con el pleno respaldo político y social. Al parecer, en el consejo en el que se aprobó dicha decisión, no hubo intervenciones críticas y sí todas a favor de la propuesta de la presidencia. En total 39 votos apoyando la iniciativa, sin que pudiera asistir el alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, que tenía otras obligaciones que atender. Últimamente el edil se las pierde todas. Tampoco pudo, o no quiso asistir, al comité provincial del PSOE en donde se aprobaban las listas electorales.
Cerrado este capítulo lo que queda, al final, es el afán de algunos por interferir una decisión que ya estaba debidamente canalizada y que se revestía de tintes estrictamente profesionales, en beneficio de la entidad. Pero esas ganas de medrar de algunos han quedado al descubierto y lo cierto es que, a la luz del día, resultan totalmente ridículas. De derrota en derrota hasta el triunfo final.
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