La ola de violencia en Pakistán hace tambalear las elecciones
Nuevos testimonios ponen en duda la versión oficial del crimen
Los paquistaníes sólo saben que tienen miedo, miedo a morir. Es un pensamiento que recorre cada rincón de Pakistán. Un país que, aún insomne por el asesinato de Benazir Bhutto, sufre las convulsiones de una violencia que se ha cobrado ya 44 vidas.
Bajo esa espesa cortina de miedo, las calles se muestran desiertas. Ni los trenes ni los autobuses circulan, no hay escuelas ni oficinas ni comercios abiertos. Pero sí mucho terror y rabia. Una mezcla explosiva frente a la que el presidente, Pervez Musharraf, dio ayer orden de imponer mano dura. Dicho y hecho. Poco después la policía disparaba contra 400 activistas. Dos morían.
En esta situación la política se tambalea hasta el punto de que la Comisión Electoral ha sido convocada para decidir mañana sobre un aplazamiento de los comicios del 8 de enero. Tampoco se mantiene indemne la versión oficial sobre el magnicidio. Varios testigos afirman que Bhutto presentaba dos impactos de bala. Ante estos testimonios, el Gobierno aceptó exhumar el cadáver.
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