Las delicias etíopes
No se trata del libro de poemas de Sédar Senghor ni del cómic de Corto Maltés: Éthiopiques es el título de una colección de discos con lo mejor de la música de Etiopía que puso en marcha hace diez años el francés Francis Falceto.
Año 1974. El 12 de septiembre, Haile Selassie, el rey de reyes, último emperador de Etiopía, es derrocado por los militares y, meses después, asesinado en su palacio. Empiezan los 18 años de dictadura estalinista de Mengistu. Aunque Selassie gobernaba con mano de hierro, en los últimos años del emperador había florecido en Addis Abeba una intensa vida nocturna y se hablaba incluso de la Swinging Adís. La capital era sede de la Organización para la Unidad Africana (OUA) y los diplomáticos y funcionarios disfrutaban de la noche y las fiestas. Poco a poco, las orquestas oficiales -policía, ejército, guardia imperial...- iban cediendo paso en hoteles y clubes a pequeños grupos de guitarras eléctricas, saxos, batería y órgano. Empezaban a verse entre los adolescentes minifaldas, pantalones de tubo o pata de elefante, corbatas finas y peinados afro. Y los cantantes se liberaban.
En la hipnótica música urbana etíope no hay rastro de otras regiones de África. Sí influencia de Estados Unidos y Europa en los arreglos de metales y la estructura de canción, aunque las líneas melódicas sean claramente etíopes. Caso único en el continente, la montañosa Etiopía, cuya superficie es mayor que España y Francia juntas, nunca fue colonizada -sólo la ocupó Mussolini entre 1936 y 1941-.
Francis Falceto vivía en los años ochenta en Poitiers, Francia, y organizaba conciertos de Sonic Youth, Residents o Glenn Branca. En una fiesta, escucha un elepé de Mahmoud Ahmed traído de África por un amigo. Meses más tarde aterriza en Etiopía. El francés calcula en unas mil las canciones que se grabaron durante aquellos años gloriosos. Editadas en varios cientos de sencillos y en tres decenas de elepés. Su trabajo para Ethiopiques partió de los vinilos porque no hubo manera de encontrar los masters de sellos como Kaifa Records. Tuvo más suerte con Amha Records. Viajó a Washington para entrevistarse y llegar a un acuerdo con el exiliado Amha Eshèté. En febrero de 1997, un exultante Falceto consigue por fin recuperar todas las viejas cintas magnéticas y las factura en el aeropuerto dentro de una maleta que pesa más de 25 kilos: serán la base de Éthiopiques, una colección que ha fascinado a Elvis Costello, John Zorn, Robert Plant, Brian Eno o Jamie Cullum.
Entre los preferidos, Mahmoud Ahmed -el niño limpiabotas convertido en el cantante más popular fuera de Etiopía-, Tlahoun Gèssèssè -el cantante más amado e imitado desde finales de los cincuenta- y Alèmayèhu Eshèté -el James Brown o el Elvis abisinio-. Y músicos brillantes como el saxofonista Gétatchèw Mèkurya -que transcribió para su tenor el estilo vociferante de las canciones de guerra-, el pianista y arreglista Girma Bèyèné -que huyó como tantos a Estados Unidos y hoy se gana la vida trabajando en una gasolinera de Virginia- o Mulatu Astatké, que grabó con músicos latinos y de jazz en Nueva York.
Además de esas lancinantes mezclas de soul y RnB al estilo de Booker T & The MG's, con música tradicional en idioma amárico, hay grabaciones de azmaris -casta de trovadores itinerantes de cantos corrosivos y libertinos-, discos dedicados a la bagana -lira sagrada conocida como arpa del rey David- o al krar, una lira un poco más pequeña. Francis Falceto es también el autor de Abyssinie Swing: A Pictorial History of Modern Ethiopian Music (Shama Books), un libro con maravillosas fotografías para recordar que hubo un tiempo en el que increíbles orquestas con músicos elegantes animaban las noches de Addis Abeba. -
Éthiopiques. 23 discos editados por Buda Musique (en España los distribuye Harmonia Mundi).
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