Clase de dramaturgia: primera parte
No debió de ser fácil para Oriol Broggi, director escénico, ni para Ramon Vila, el protagonista, afrontar este Oncle Vània tras asistir a la primera función de Espía a una mujer que se mata, el Tío Vania del argentino Daniel Veronese programado en el ciclo Temporada Alta de Girona unos días antes de que se estrenara en otro espacio del festival el montaje que nos ocupa. A la salida, ambos pusieron cara de lo nuestro es otra cosa. Y es que el trabajo de los argentinos es de los que dejan huella. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso me temo que son inevitables. Al lado del montaje argentino, L'oncle Vània de Broggi pasa por correcto, cuidado, fiel, que no está mal, pero ni conmueve, ni toca, ni nos deja con la necesidad imperiosa de volver a verlo, como ocurría con el otro. Es una jugada contar con tan poderoso antecedente.
L'ONCLE VÀNIA
De Antón P. Chéjov. Traducción: Feliu Formosa con la colaboración de Nina Avrova. Intérpretes: Ramon Vila, Rosa Gámiz, Màrcia Cisteró, Jordi Figueras, Enric Serra, Jesusa Andany, Joana Palau, Fernando Sarrais. Espacio escénico, sonido y dirección: Oriol Broggi. Biblioteca de Catalunya. Barcelona, hasta el 6 de enero.
La puesta en escena de Broggi es limpia, sobria, bella. La nave de la Biblioteca de Catalunya, con su lavamanos de piedra, ayuda a crear el acogedor ambiente estival en el que se desarrolla la acción, aunque las sillas de plástico en las que se sienta el público resulten, al rato, incómodas. El vestuario es bonito, una estilización de los trajes que se llevaban en la época; la versión catalana de Feliu Formosa entra bien, la banda sonora, también; la iluminación es cálida y la labor de los intérpretes, coherente con el conjunto, a pesar de las desigualdades. Sin embargo, no hallé ningún elemento digno de ser destacado en positivo. Si acaso, el trabajo de los secundarios -de Enric Serra como Teleguin y Joana Palau como Marina, la niñera-, más ajustado que el de los protagonistas.
Para mi gusto, Ramon Vila es un Vània demasiado irascible, con tanta rabia acumulada se hace difícil creer la resignación del personaje; Jordi Figueras compone un Astrov demasiado blando; Rosa Gámiz tampoco irradia la luz que ha de eclipsar a Vania y al doctor; Màrcia Cisteró es una Sonia tan convencidamente estricta con ella y con el resto que su dolor no traspasa . Y vuelvo al principio: deberían poder verse los dos montajes seguidos, primero el de Broggi, después el de Veronese: eso sí sería toda una master class de dramaturgia sin necesidad de profesor.
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