El 'ticket' americano
Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, compañeros de armas, que no de almas, no se pueden ver pero tienen que verse, sonreírse y posar en las fotos casi todos los días, son las servidumbres de la política, el gran simulacro cotidiano, una función que representan en los estrados y tribunas públicas, cada uno en su papel, próximos en el escenario y distantes en todo lo demás. La proximidad de las elecciones y las celebraciones navideñas les obligan estos días a encontrarse más de la cuenta y a ocultar en lo posible sus desencuentros. Los actos propagandísticos que el PP ha programado en las últimas semanas -cuenta este periódico- tienen una característica común: no falta nadie, todos se acercan al calor y al olor del pesebre para llevarse su ración de pienso, un puesto puntero en la lista de Madrid, en el séquito de Mariano, primero y único cabeza de serie indiscutible, pues todos los demás puestos están sometidos a discusión y cabildeo.
La cena navideña del PP de Madrid se pareció a las fiestas que acaban como el rosario de la aurora
El número dos será probablemente para el 'sobre-cogedor' Zaplana, al que Gallardón descalificó
La cena navideña del PP de Madrid, celebrada hace unos días en Pinto, se pareció mucho a esas celebraciones familiares que acaban como el rosario de la aurora, acontecimiento que tuvo lugar, siglos ha, cuando confluyeron en un estrecho callejón de esta villa dos cristianísimas cofradías, la del Cristo y la de la Virgen, y sus cofrades se enredaron en una agria disputa sobre la preferencia de paso. Esperanza Aguirre ha intentado, en persona, y a través de su escudero Ignacio González, torpedear el derecho de paso a las listas nacionales de Ruiz-Gallardón, invocando argucias reglamentarias; el hecho de que ella no pueda concurrir a esas listas sin renunciar a su presidencia autonómica ha encorajinado a la combativa presidenta, que además lo es del Partido en Madrid. Esperanza está a punto de perder su batalla, Alberto irá en las listas, pero ella no se resigna y lanza su último ataque envenenado con un truco nuevo el bonito truco del "ticket americano". En las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, nunca el número dos del "ticket" derrotado puede aspirar a suceder al número uno en las siguientes elecciones. Según esta teoría, sacada a colación estos días en las filas esperancistas, si Gallardón fuera en el número dos de la lista y la lista fuese derrotada, Alberto quedaría fuera de la sucesión, apartado de ese camino a la primogenitura por el que circula Esperanza Aguirre, infatigable, con la hoz en la mano haciendo tareas de desbroce. El cuento de la lechera de Esperanza, que como todos los cuentos clásicos tiene un fondo cruel, pasaría por la derrota de su propio partido y la defenestración de Rajoy, y sobre todo la de Alberto, para dejarle expedito el terreno a ella. Pugna de lealtades y oportunidades, conflicto interior que tensa aún más la sonrisa imborrable de la presidenta en estos banquetes antropófagos en los que se masca sobre todo la tensión.
En la cena navideña del PP de Madrid, Esperanza, su escudero González y Alberto Ruiz-Gallardón sacaron los cuchillos de postre y se lanzaron algunas fintas, pero sin llegar a hacerse sangre, con un ataque a fondo. "A mí éste me quiere jubilar pero no me voy a dejar" espetó Gallardón a González. "Feliz Navidad, Alberto, espero que se cumplan todos tus deseos", dijo Esperanza cruzando los dedos. "¿Todos, todos, Esperanza?". Respondió el aludido no menos sonriente. En la esgrima verbal, la presidenta exhibió una mayor agresividad, subrayando algunos de los comentarios de su oponente con la coletilla: "Calladito estás mejor", como lo de Chávez, en tono cursi e infantiloide. Pero un nuevo obstáculo empieza a interponerse en los desalmados planes de Aguirre: Gallardón no sería el número dos del "ticket americano", sino el tres, y por tanto podría seguir aspirando al número uno después de una eventual derrota.
El número dos será probablemente para el sobre-cogedor Zaplana, un personaje al que Alberto Ruiz-Gallardón descalificaba rotundamente en un informe sobre la corrupción interna del Partido Popular que redactó en 1990, a raíz de unas cintas magnetofónicas en las que el político cartagenero reciclado en valenciano hablaba de unas comisioncillas que pensaba llevarse y proclamaba su necesidad de ganar mucho dinero con la política. Aunque no se dictaron sanciones, Alberto manifestó públicamente que los protagonistas de las conversaciones grabadas no eran dignos de permanecer en el PP. De Zaplana lo cuenta todo, todo lo que puede saberse, Alfredo Grimaldos en un libro de reciente publicación, Zaplana, el brazo incorrupto del PP. Aquí solo nos cabe la cita de Groucho Marx que abre sus páginas: "Éstos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros".
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