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Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Alternativa a Adán y Eva

Desde su atalaya octogenaria, más alta aún con la concesión del Nobel 2007, Lessing (Persia, 1919) esboza una sonrisa irónica dándole en su nueva novela una última vuelta de tuerca a su legendaria defensa a ultranza de la mujer. Eligió la forma de los diarios y la voz de su trasunto Anna Wulf en sus cahiers de notes para construir en El cuaderno dorado (1962) unos estatutos del feminismo, y prefirió la crudeza de las memorias a la hora de recordarnos en su autobiografía hasta 1949 Dentro de mí (1994) cómo se gestó en ella la autoconsciencia feminista, la visión marcada del hombre (del Otro), la distinción de género como distinción de mundos, el sentido del sexo y otras cuestiones que atraparon su interés para siempre. A raíz, dice en el prefacio, de un artículo científico en el que "se comentaba que el ancestro humano originario y primordial era probablemente una mujer, y que los varones habían aparecido después", la autora de la pentalogía Hijos de la violencia (1952-1969) se puso a imaginar cómo sería el mundo antes de la traumática aparición del varón, y cuál debió de ser el fecundo aunque escabroso diálogo entre la mujer atávica y el hombre sobrevenido, y quiso que la fábula fruto de su imaginación desbordada y cargada de intenciones conceptuales adoptara la forma de novela y se llamase La grieta.

La grieta

Doris Lessing

Traducción de Paula Kuffer Dinerstein

Lumen. Barcelona, 2007

260 páginas. 19 euros

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Ficción catártica

Bajo la férrea influencia del universo mitológico, Lessing ensaya una cosmogonía que suplanta el relato bíblico de Adán y Eva describiendo -sirviéndose del tópico del manuscrito hallado, aquí en manos de un senador romano que ejerce de narrador principal reconstruyendo y comentando en cuerpo de letra menor, a modo de notas al pie, la insólita historia de nuestros primeros ancestros- un mundo armónico y poblado por mujeres fecundadas por la luna (las clefts o grietas) que un día descubren la existencia de ciertos monstruos (los squirts o faroleros, farsantes, chorros o jeringuillas) que dieron en llamarse los Otros, los hombres. La ironía que se esconde bajo estos apodos revela ya la clave de humor con la que ha sido escrita esta novela consagrada a recrear ese mundo primitivo, las atrabiliarias relaciones humanas vigentes todavía hoy, las debilidades del hombre frente a la (solidez de la) mujer -no puede entenderse sino como caricaturesco el retrato que la mujer autosuficiente hace del hombre reducido a poco más que a sexo- y la metamorfosis que tuvo lugar entre la animalidad inicial y el advenimiento de la ternura.

Resulta incontestable la vocación lírica de La grieta -sus eufonías, rimas internas, anáforas e interrogaciones retóricas que evocando aquellos suntuosos monólogos del Coro griego (y de Las olas de Virginia Woolf)- pero la novela constituye ante todo un escéptico ejercicio de crítica social, en forma alegórica y burlesca a un tiempo, con el que pretende poner de manifiesto que la lucha entre ambos sexos no ha sufrido cambios notables en los últimos milenios (léanse si no, como contrapunto irónico, las desavenencias conyugales del patricio romano que actúa de cronista de la leyenda de la creación humana), que la convivencia entre ambos sexos ni fue idílica ni posiblemente lo será nunca, que si la historia ha evolucionado, es probable que el ser humano no, pero que una posible forma de lograr que evolucione sigue siendo el respeto por la idea de una supremacía de la mujer.

El lugar mítico junto al océano y regado por flores rojas en el que sólo habitaban féminas como ninfas, Pléyades o amazonas trae a la memoria aquellos paisajes mediterráneos que un día fueron de Ulises y de la mitología griega, pero también ese espacio aciago e infausto de La isla del Doctor Moreau (1896), de H. G. Wells, que sirve de pretexto para ciertas disquisiciones acerca de la naturaleza humana y la identidad racial y sexual. En las páginas de los escarceos sexuales de Maira, Astrea y las demás grietas jóvenes se advierten ciertas afinidades textuales con Mujeres enamoradas de D. H. Lawrence, autor que Lessing leyó a una edad muy precoz, a su vez los pasajes con legiones, esclavos y dioses en boca del narrador romano -personaje innecesaria y excesivamente paródico, dicho sea de paso- evocan páginas de las Memorias de Adriano de Yourcenar, y La grieta remite asimismo a obras de la propia autora como La buena terrorista (1985) o De nuevo, el amor (1996).

Pese a que esta novela deja en muchos casos que se le vean las costuras, pierde lucidez y enjundia conforme avanza y se muestra excedida en su planteamiento (o pasada de vueltas, si se prefiere), la flamante premio Nobel sigue en la brecha sintetizando aquí su propia trayectoria narrativa en una alegoría de las relaciones humanas desde la óptica de la mujer, y haciendo acopio de algunas de sus encomiables virtudes narrativas es como Lessing ha creado la Grieta, y Dios creó a la mujer pero la Grieta creó al hombre, de modo que aquí están nuevamente ella y él, intercambiando fluidos, suspicacias y reproches, eternos actores en el gran teatro del mundo. -

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