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Columna
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El año de Rosalía James

Todo el mundo, incluido nuestro Rey, se ha equivocado este año en sus previsiones. Quién más, quién menos ha metido la pata, o ha mandado callar a los demonios interiores. Es bueno para la marcha de los acontecimientos y para la salud del planeta, incluyendo al primocientífico de Mariano Rajoy. Hay quien h a visto en la recomendación de volver a comer conejo una señal del cielo, quizás los más supersticiosos de la aldea global, esos que han sobrevivido a la peste y a las vacas locas, y otros que han interpretado que el euríbor iba a sepultar los sueños de Paco el Pocero y los de Marina Dor en el fango de Corrubedo mientras Rato volvía a la Ópera tan campante sin covertir los peces en ladrillos. Lo más inverosímil del Belén no es Fernando Alonso ni el precio de los percebes, sino ver a Anxo Quintana en La Moncloa al lado de Zapatero en esa foto en que los analistas del bipartidismo hemos tenido que apelar a la ternura por una parte y a los nudos de origen ferroviario por otra para explicarnos por qué Galicia fue capaz de salvar in extremis a la Magadalena, mientras un infierno de retrasos, apagones y herejías sacudió la Cataluña de Carod Rovira.

Hemos tenido la visita de fantasmas del pasado, sobre todo los que siguen poblando el Pazo de Meirás

En Galicia este otoño muchos niños empezaron a asistir a la Galescola, una costumbre a la que deseo muchos años de bien y de tolerancia. Otros, menos niños, han arremetido una vez más desde la barbarie monolingüista contra estas prácticas que ellos consideran de labriegos atrasados. Tiene que haber de todo. En Galicia este invierno nos dimos cuenta de que habían pasado cinco años del Prestige y que la sociedad civil cambió mucho, pero la clase administrativa siguió sin reparar el daño y sin darnos esa seguridad de que alguien puede paliar esas tragedias aquí o en el mar de Corea. Habrá que mandar labrar barcos nuevos.

En Galicia, hace poco, también, que Fraga confesó que la Cidade da Cultura había sido su sueño, un sueño, y ahora nosotros estamos buscando un posible código cifrado mientras los más resabiados se frotan las manos con que la buena voluntad del PSOE y BNG por enmendar el rumbo de la nave haya tropezado contra los acantilados del erario público y la mala baba que segregan los caracoles en época de sequía.

En cualquier caso, entre estas y otras meteduras de pata, hemos visto un despertar inédito de esa sociedad gallega que después de tantas décadas puede empezar a encontrar trabajo y labrarse un futuro dentro de su país y a educar a sus hijos en las escuelas de su país, algo que nunca había ocurrido en la historia. También hemos tenido la visita de algunos fantasmas del pasado, sobre todo los que siguen poblando el Pazo de Meirás, esa torre de vigía desde la que cualquier observador neutral de la historia puede alcanzar a ver la podredumbre del Antiguo Régimen que hace valer sus derechos en la era del Xabarín.

2007 ha tenido el defecto de ser el año en el que más se habló del calentamiento del planeta y en el que más se han caldeado los ánimos: Sarkozy, Chávez y Putin, saben a lo que me refiero. Cuando Cristina Fernández tomó posesión de la presidencia argentina en la Casa Rosada también me di cuenta de que la suerte de esos millares de gallegos de la emigración pende de una de las tendencias de la política actual, ustedes me perdonen: por fin salen del armario las primeras damas. Pasó en Argentina, pasará en Estados Unidos con Hillary y quién sabe qué mutación entre Esperanza Aguirre y Ana Botella nos deparará la política española.

Pero entre todos los vuelcos del corazón y de la política, de los astros y de las mareas, tengo a bien señalar dos efemérides muy gallegas. La primera, el 60 aniversario de A Rianxeira, marsellesa nuestra allí donde nos encontremos, que dedicaron a Castelao en su retorno a Buenos Aires del 47 y que, desde entonces, sigue meciendo el sueño y el vaivén de nuestra emigración y el de casi todas nuestras discretas victorias sobre la melancolía.

La segunda y más hermosa si cabe fue la noticia de que Rosalía James, una vaca de la ganadería Cid, del concello lucense de Barreiros, fue elegida la Gran Campeona del 29 Concurso Nacional de Raza Frisona celebrado el pasado octubre en Gijón. Un evento de belleza en el que se citan las más importantes supermodelos lecheras blanquinegras. Un acontecimiento que cualquier gallego debe celebrar en cualquier rincón del mundo.

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