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Columna
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El cuarto rey mago

El cuarto rey mago llegó a Madrid antes de Navidad, ya se sabe que marchan los tiempos con mucha anticipación, y, además, el rey de los beduinos del desierto no vino en camello como marca la tradición, sino en avión, y no trajo regalos para los niños, sino para los empresarios, que andan muy necesitados en estas fechas. No vino en camello, pero se montó su jaima beduina y diurna en los jardines de El Pardo, cerca de la garita donde montara guardia el último centinela de Occidente, que tenía también querencias africanas.

El coronelísimo Gaddafi, guía superlativo de la Revolución, no es exactamente un jefe de Estado, porque no le da la gana; es un dictador, un déspota personalísimo que, tras haber incorporado durante décadas el papel de Coco de Occidente, abrumado quizás por la competencia creciente en el ramo de las satrapías islámicas, ha cambiado de cara y de compañías y hoy se deja querer por sus antiguos enemigos, que le hacen la corte y le bailan el agua al señor de los oasis.

Quizás por culpa del protocolo, el líder colega no pudo invitar a su jaima a la presidenta regional

El rey mago de los beduinos, que luce un cultivado desaliño muy a la occidental, se ha traído en los amplios bolsillos de su chilaba parda unos 11.500 millones de euros, a ojo de buen cubero; pero el protocolo es el protocolo y por no ser, exactamente, ni jefe de Estado, ni jefe de Gobierno, en Madrid no le pasearon en el Rolls-Royce del Patrimonio del Estado, sino en un anticuado Mercedes, y además a su llegada al palacio de El Pardo no le pusieron la tribuna de autoridades, se limitaron a subirle con el Rey a una tarima para que escuchara los himnos oficiales y las salvas de ordenanza.

Al coronelísimo le han organizado un protocolillo de circunstancias, pero el líder compañero, contradicción de términos que le gusta asumir con los suyos, no es un fanático del protocolo internacional. Él tiene el suyo, que incluye la jaima y las 30 vírgenes vestales que la custodian, los ángeles de su guardia. La manía de aparcar su caravana junto al palacio madrileño para irse luego a dormir al hotel no me parece estrafalaria en demasía. Nunca me pareció buena idea alojar a los jefes de Estado extranjeros en la que fuera nuestra Casa de los Horrores particular durante tantísimos años. No hay que creer en las psicofonías ni en los ectoplasmas para percibir malas vibraciones, ecos inquietantes e inexplicables soplos de aire helado en el cogote, al circular por sus galerías y salones.

Quizás por culpa del protocolo, el líder colega no pudo invitar a su jaima madrileña a la presidenta de la comunidad que le albergaba, o tal vez ya había tenido bastante con soportar la cháchara de Aznar en su jaima sevillana. A Esperanza no debió de importarle mucho, porque tiene estos días la agenda congestionada, inspeccionando belenes, propios y ajenos, y alentando la cruzada antiabortista. El hecho de que Zapatero, urgido sobre todo por las diputadas socialistas, haya recobrado la memoria de su promesa electoral sobre el tema, no hará sino enconar sus ardores. También ha fallado la posible cita entre el rey mago de los beduinos y el alcalde de la gran metrópoli que se otea en el horizonte de los sitiados montes de El Pardo.

Si el eminente líder de la revolución verde hubiera invitado al ilustre alcalde de Madrid, éste, nobleza obliga, hubiera correspondido ofreciendo a su huésped una visita guiada a la moderna y modélica ciudad que administra. Empeñado como está el revolucionario líder en la urgente modernización de las infraestructuras de su país con motivo de la celebración del 40º aniversario de su revolución, una visita a las faraónicas glorias de nuestras infraestructuras viarias, magnamente ampliadas y reestructuradas, bajo el mandato del alcalde anfitrión, hubiera ampliado los horizontes del visionario beduino.

Pero Gallardón también tiene la agenda congestionada y además habría podido tener dificultades para impedir que su invitado leyera algunos de los titulares de los diarios, o escuchara algunos de los comentarios que sus conciudadanos profieren sobre el tema de la Operación Guateque. Y para colmo de males sin remedio, la riña reciente, la contundente azotaina verbal y procesal que la Audiencia Provincial de Madrid acaba de aplicar al Consistorio con motivo de la reapertura de un caso de prevaricación municipal y tráfico de influencias.

La Audiencia reprende al Ayuntamiento sin medias tintas ni paños calientes por: "Una escandalosa gestión administrativa absolutamente impropia no ya de una Administración moderna, sino de una Administración en la que se quiera que reine la mínima seguridad jurídica". Eso es lo que pasa, que no quieren.

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