Profetas en tierra ajena
Madrid es el centro creativo de músicos como Malikián, Bob Sands o Nayla
Ara Malikián no para. La agenda de este violinista armenio-libanés de 39 años es un hervidero desde el mismo día en que llegó con su hatillo al barrio de Chueca, a finales de 1998. "Había pasado unos años en Londres y mis amigos ingleses me decían que estaba loco, que en España no encontraría trabajo. Y era la mentira más grande del mundo", exclama con gesto de niño travieso.
Malikián estrena esta noche en el teatro Albéniz PaGAGnini, un irreverente acercamiento al mundo de los cuartetos de cuerda clásicos que ha perpetrado con la complicidad de la compañía Yllana. Y es sólo una más de sus actividades inminentes. "He abierto un local dentro de Espacio Tribal, en la calle de Loreto y Chicote, los aledaños menos favorecidos de Chueca. Unos cuantos socios nos hemos empeñado en organizar allí una buena movida cultural", explica. Y enseguida llegará su segundo disco con el guitarrista Fernando Egozcue, por mucho que el primero, Lejos, apenas lleve un mes en las tiendas.
Madrid es ya un escaparate para que los músicos lleguen a otras latitudes
"Todo en Ara es pura efervescencia", corrobora Egozcue (Buenos Aires, 1959), que se ha encerrado en su estudio casero a componer sin descanso. El suyo tampoco es un ritmo de trabajo contemplativo. Llegó en 1992 para visitar a un hermano médico en Antequera (Málaga), pero a los tres días ya le había salido empleo en La Carreta, el restaurante argentino de la calle de Barbieri. "Yo no vine, sino que me fui quedando", resume entre risas. Fue profesor durante siete años de la Escuela de Música Creativa y fundó el Ensamble Nuevo Tango, una formación en la estela de Piazzolla que ha recorrido medio mundo y en febrero emprenderá gira por Turquía. Su principal aliado en este septeto, el oboísta porteño-madrileño Ezequiel Lezama, lleva una temporada en Holanda enfrascado en un proyecto de ópera contemporánea.
De repente, Madrid parece una ciudad con pedigrí en la que los músicos encuentran un escaparate para alcanzar otras latitudes. "En algunas cosas gano algo de dinero, y en otras, nada, pero trabajo de la mañana a la noche", resume Egozcue, que adapta algunos de sus temas para grupos australianos, canadienses e italianos que le han contactado por Internet.
Primero fue la oleada de músicos africanos. Nombres como Bidinte, Rasha, Seydu, Wafir o Las Hijas del Sol, todos ellos bajo el auspicio de la discográfica Nubenegra, salpicaron de sabrosa polirritmia las noches de la gran ciudad. El cierre de la sala Suristán marcó acaso el declive, pero no han faltado otros músicos foráneos dispuestos a enamorarse de esta metrópoli alborotada y enloquecida.
Es el caso de Bob Sands, el saxofonista neoyorquino que, tras haber tocado con gigantes como Lionel Hampton o Dizzy Gillespie, cambió Manhattan por el Café Central. "Madrid tiene un calor único, es más humana que mi ciudad", argumenta. O de la cantante libanesa Nayla, de 40 años, afincada desde hace una década en el pueblo de Barajas. "¡Yo no soy extranjera!", resume. "España no es mi segundo país, sino mi otro país. Me enamoré enseguida de las primaveras en el Retiro y de esa capacidad tan madrileña de dar la bienvenida a la gente de todas partes, como en el Líbano de hace cuatro décadas". Tan integrada se siente que hasta frecuenta Casa Carola, en la calle de Padilla, sólo por paladear "el mejor cocido de la ciudad".
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