"Lo secuestraron en la avenida de Franco, hoy de Mohamed VI..."
"Fue mi hermano mayor, que entonces tenía 6 años, el que explicó lo que había pasado. Aquel día, 10 de julio de 1976, estaba con mi padre en el comercio que tenía en la avenida de Franco, hoy avenida de Mohamed VI, en Smara. Le dijo a mi madre que papá le había enviado a casa porque se lo llevaban dos gendarmes.
Y mi madre supo que no lo volvería a ver porque para entonces ya habían desaparecido en la ciudad otros 40 vecinos y amigos", relató ayer a EL PAÍS Ali Oumar Bouzaid, uno de los querellantes por genocidio contra 13 gendarmes marroquíes, tras declarar ante el juez Baltasar Garzón.
Al igual que los otros tres hijos de desaparecidos saharauis que declararon ayer en la Audiencia Nacional, Ali no recuerda a su padre más que por alguna foto mostrada ayer ante Garzón como un tesoro. Recuerda con detalle, sin embargo, cómo transcurrió su vida a partir de su desaparición: "Era el cabeza de familia y un cuerpo sin cabeza es como un cuerpo sin vida. Yo dejé el colegio, con 6 años, y me puse a trabajar en lo que podía para ayudar a mi familia, buscando metales en la basura para venderlos, de ayudante de mecánico...".
La madre de Houria Ahmed estaba dando a luz el día que desapareció su marido. "Nací en el medio del desierto, cuando huíamos al sur después de la invasión marroquí. Mi padre había ido a por más provisiones para el camino pero no volvió". Tampoco Fatimetou Mustafa,recuerda a su padre: "Tenía tres años cuando se lo llevaron. Ahora, casi 32 años después, sólo quiero verlo y conocerlo si está vivo. Y enterrarlo y rezarle si está muerto. Necesito conocer la verdad por muy dura que sea".
Han pasado casi toda su vida en los campamentos de refugiados de Tinduf hasta que hace pocos años se instalaron en Jerez de la Frontera o Bermeo en busca de una vida mejor. "Mis hijos hablan un euskera perfecto", presume Omar Heiba, de 42 años. Pero, las comodidades, insisten, no han conseguido que olviden las décadas de sufrimiento en Tinduf: "Mi hermano pequeño se murió de hambre y de falta de medicinas un año después de que desapareciera mi padre", recuerda Fatimetou. "Mi familia se rompió cuando tuvimos que huir. Nunca volví a ver a mis hermanos, que vivían en casa de la segunda esposa de mi padre", explica Omar.
No sólo perdieron a sus padres. Durante años, y así queda recogido en la querella por genocidio que han presentado ante el juez Garzón, vieron desaparecer a familiares, vecinos y amigos, a los que, a veces, también veían regresar. "Cuando mi hermana volvió a casa después de tres meses de secuestro apenas comía o hablaba. La habían torturado y tenía muchos golpes. Yo había visto cómo se la llevaban. Estaba jugando en la calle y dos gendarmes se bajaron de una furgoneta que ponía Compañía Móvil de Intervención. Me obligaron a llevarles hasta mi hermana", recuerda Omar. "Después, la policía se llevó varias veces a mi hermano y le torturaron. La última vez que fueron a buscarle, les dijo: 'Prefiero morir aquí a volver con vosotros'. Y le dejaron vivir".
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