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Mi compañera de reparto está presa en Madrid I

Pilar Álvarez

Las tres chicas se aprietan frente al espejo para pintarse el rabillo del ojo. La canaria Teresa Travieso busca hueco. Hoy ha renunciado a un bailoteo en Huertas o a una charla con la amiga del alma. Esas "pequeñísimas cosas" que se echan tanto de menos en la cárcel. Oficialmente, puede volver a casa. Ya tiene el tercer grado, régimen de semilibertad. Pero tiene "un compromiso" con Yeses, el grupo de teatro que la funcionaria de prisiones Elena Cánovas dirige y mantiene desde 1985 en distintos penales madrileños.

Ocho actrices presas iniciaron ayer un nuevo reto: conocer a sus próximos compañeros, ocho actores amateur de 17 años -seis chicos y dos chicas- del instituto Gregorio Marañón, en el barrio del Pilar (Tetuán). Juntos estrenarán obra en mayo. Ayer, las actrices representaron su último trabajo en el centro escolar. Viajaron en un furgón blindado desde la cárcel Madrid I de Mujeres, en Alcalá de Henares. A dos horas de la función, las Yeses esperaban a sus futuros colegas en el vestuario. Ultimaban ropas para representar en el gimnasio, entre espalderas y potros, una obra sobre la violencia machista.En la obra Ahora que vamos deprisa, vamos a contar verdades actúan ocho presas de entre 30 y 70 años. Todas acabaron en la cárcel por delitos contra la salud pública -principalmente, tráfico de drogas-. Las Yeses, a punto de acabar su gira con esta función, ya están acostumbradas a las tablas y a la calle.

"Es fantástica. Yo ya la he visto". A Mila S. Arnosi, la profesora del centro que contactó con el grupo, le encanta esa obra. Ella, que se define como enamorada del teatro desde siempre, pasea por el gimnasio antes de la representación, pendiente de cada detalle. Se entera de que las actrices no han desayunado -salieron demasiado temprano de Alcalá- y les lleva roscos caseros de la cantina. Gloria bendita mojada en un café que termina de espabilarlas.

Entran los futuros integrantes del grupo. Los adolescentes Tamara, Alberto, Cristian y Francisco, de Madrid; Ramona, de Rumania; el marroquí Yusef; Byron, de Ecuador, y el caboverdiano Lorivaldo. Todos con 17 años y demasiada timidez para iniciar una conversación. Así que son las invitadas quienes rompen el hielo con un grito general de bienvenida. Ensayarán juntos desde enero hasta mayo, cuando está previsto el estreno de una obra aún por decidir.

"Cuando estéis listas, repasamos la ubicación", grita la directora. Cómo han cambiado las cosas en 20 años de carrera. Incluso hay hombres en la compañía. Antes, ellas suplían a los varones con bigotes postizos. Tres actores profesionales colaboran en el montaje. Y complicidad desbordante. Las dos funcionarias que acompañan a las presas a casi todos los saraos se acomodan en el banquillo. Una de ellas confiesa que aún se sigue riendo con una obra vista decenas de veces.

A 25 minutos de la actuación, Elena pide concentración y energía al reparto, en el que también participa una colombiana histórica, Cristina Cobaleda. Se sumó al teatro entre rejas casi desde el principio. Y ahora que es libre, ha elegido seguir con Las Yeses.

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El gimnasio se llena de público. Más de un centenar de alumnos del centro, de 15 a 17 años, y sus profesores. Llega la hora de la verdad. La obra, que dura casi hora y media, incluye música en vivo, los solos de un violín que toca Alicia Fernández. Las actrices se transforman primero en niñas con coletas, se meten en la piel de maltratadores en terapia, juegan al cuento de la princesa que deja al príncipe por un dragón... Un éxito. "Se lo curran mogollón; me mola". La escueta crítica de Yusef, futuro compañero, refleja el sentir general.

Tras la obra, un coloquio. Los alumnos preguntan si la cárcel hace sentir diferente, si el teatro sirve para olvidar la celda. Ellas responden que ayuda a no pensar tanto en la familia, que no son tan distintas al resto porque ya no se llevan los trajes bicolor a rayas. Comparan la prisión con un internado en el que cada uno es el dueño de su tiempo. Y lo llena como quiere... o como puede. Elena explica que, aunque una prisión sea cómoda y esté llena de árboles, como la cárcel de Alcalá, la falta de libertad "es terrible": obediencia continua desde que te levantas hasta que te acuestas. Las Yeses son unas privilegiadas porque cada tarde, en el taller de teatro, vuelan lejos y juegan a ser otros.

"¿Os apetece trabajar con jóvenes?", pregunta un chico. "Es genial", responde como un resorte Chavela Cofill, una presa de Venezuela que presume de sus biznietos y que ya está buscando un grupo de teatro en su país para cuando salga.

Llegan las sorpresas. Chicos de todas las aulas se acercan al escenario a ras de suelo para darles regalos. Muchos. "Es como si hubiera venido Papá Noel", celebra la madrileña Geles. Collares y jabones hechos por ellos, camisetas, bizcochos que han enviado sus madres, pastas, bombones, flores de pascua...

La argentina Ana María Grilli, una de las que más carcajadas han provocado durante la función, se emociona. Con una caja rosa en la mano, confiesa: "Son los regalos que más me han gustado, porque estos chicos son como nuestros hijos".

A alguna se le escapa una lagrimilla cuando Byron saca una camiseta. Y pide que se las firmen en la espalda, como las estrellas del rock. Otros alumnos quieren posar con ellas y sacarlas con sus móviles. El murmullo de felicitaciones se apaga conforme los chicos abandonan el gimnasio. Todavía un poco más de fiesta cuando las actrices abren los dulces. Y entonces, desenlace esperado, la realidad entra en la sala vestida de uniforme. Una pareja de la Guardia Civil pide a las mujeres que se den prisa. El escenario se esfuma de un golpe: el furgón espera fuera. Toca volver. En fila, se suben en el autobús blindado y sin ventanas aparcado junto a la puerta. Vuelven a los barrotes. Hasta la próxima función.

Dos actrices del grupo de teatro de presas Yeses desayunan en el gimnasio del instituto Gregorio Marañón antes de conocer a sus nuevos compañeros de reparto.
Dos actrices del grupo de teatro de presas Yeses desayunan en el gimnasio del instituto Gregorio Marañón antes de conocer a sus nuevos compañeros de reparto.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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