_
_
_
_
_
Reportaje:CONCHA DE LA CASA

Una vida dedicada al guiñol

Concha de la Casa dirige el Festival de Títeres de Bilbao desde su creación hace ahora 25 años

La directora del Festival de Títeres de Bilbao, Concha de la Casa, acaba de clausurar la 25ª edición del certamen mientras espera, no sin cierta inquietud, el siguiente aniversario, ya que en 2008 se cumplirán 25 años de la apertura del Patzerki, el centro de documentación de títeres de Bilbao que desde la calle de Barrainkua recoge información sobre más de 3.000 compañías de todo el mundo. De la Casa nació en Madrid en los años cincuenta, cuando la capital mantenía todavía cierta dimensión doméstica. Por lo menos así la rememora. "Los mejores recuerdos de mi infancia están ligados a las mañanas de los domingos, cuando mi padre me llevaba a las matinales del Circo Price, al cine o a la cuesta de Moyano a rebuscar entre los libros de viejo". También iba al Retiro, donde ejercía su oficio el titiritero Francisco Porras, "que no cobraba entrada, sino que sorteaba una botella de anís entre los que compraban sus boletos".

"Hemos perdido peso al tiempo que la profesión se ha ido consolidando"

Eran tiempos en los que el mundo de las marionetas estaba vinculado a la calle, a la bohemia marginal. "En mi barrio, todos los jueves venía un hombre que convocaba a los niños para contarles cuentos", dice. "Le dábamos una moneda de dos reales, que engarzaba en un cordón que llevaba en la solapa de la chaqueta, a cambio de una manzana acaramelada y nos hacía una pequeña función de títeres. Un jueves no llegó y todos los niños pensamos que habíamos hecho algo malo y por eso no llegaba. Me quedó la sensación de que un acontecimiento había pasado. De mayor, me di cuenta de que no venía porque había muerto".

Y ya joven, Concha de la Casa, se encuentra con La Deliciosa Royala, una compañía que empieza el mismo año en que se ella traslada a vivir a Bilbao por asuntos laborales de su marido. "Llego a Bilbao por amor, suelo decir, esa es la verdad, en un momento de redescubrimiento de la cultura popular. Se estaba trabajando entonces en la recuperación de las danzas tradicionales, el Olentzero, al mismo tiempo que sale el teatro a la calle", indica.

En ese contexto hay que situar la creación del primer festival de títeres de Bilbao, en 1982, en colaboración con Mikel Alonso y Erramun Landa. De repente llega a la capital vizcaína todo el universo de la marioneta, vinculado a la educación infantil y a la recuperación del juego. "En aquel momento, no había apenas gente que se moviera en ese ámbito. Yo destacaría a Toti Martínez de Lezea y su trabajo con el grupo Kukubiltxo, por la labor que llevó a cabo en la recuperación de textos y de documentación en general".

Eran verdaderos pioneros, ya que la compañía más antigua documentada en el País Vasco ofreció sus espectáculos hacia los años cincuenta. "Era una familia, que se presentaba bajo el nombre de Colorín, y que ofrecía un espectáculo muy sencillo para niños los sábados en San Sebastián. No tenía ni teatrito", precisa De la Casa.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Aquel primer festival supuso un éxito. El siguiente continúa por la buena senda emprendida, lo que lleva a consolidarse al Festival de Títeres como una de las citas culturales de la villa. "Éramos los niños mimados del Ayuntamiento. Bien es cierto que entonces en Bilbao no había mucha oferta. Con el tiempo, hemos perdido peso, al mismo tiempo que la profesión se ha ido consolidando".

Según Concha de la Casa, en estos momentos, se puede encontrar todo un ámbito creador que confluye alrededor del títere, "desde compañías que interpretan hasta artesanos que fabrican muñecos". No hay que olvidar que las primeras compañías que aparecieron en el País Vasco hace 25 empezaron con el títere de guante, "el más sencillo de manipular, pero también de confeccionar", concluye.

De la terapia a la risa

Concha de la Casa resalta las tres principales cualidades que, a su entender, tiene la marioneta: sus posibilidades educativas, terapéuticas y lúdicas. De las dos primeras ha tenido experiencia directa en su trabajo en varios países de Centroamérica, donde ha colaborado en diferentes programas con niños que han sufrido la guerra.

"Los adultos somos gigantes para los niños; no hay que olvidarlo, con lo que eso supone a la hora de comunicar sus emociones, sus tristezas o alegrías; de ahí que el muñeco, que actúa muchas veces como arquetipo, sea un excelente instrumento terapéutico y educativo, porque el niño expresa con mayor libertad sus sentimientos", aclara.

Por supuesto, el títere viene siempre acompañado de la risa y la sonrisa. De la Casa lo ha visto a lo largo de estos años en infinidad de ocasiones, porque el guiñol incorpora un aspecto de representación de la realidad que lleva a que hasta la escena de índole más cruel pueda resultar divertida.

Nómadas

"Esa distancia que establece el muñeco sigue funcionando, por mucho que haya cambiado la vida en el ámbito tecnológico", comenta. Y ello vale tanto para los niños como para los adultos. "Nosotros en el festival, llenamos todas las noches en el Bilborock; eso sí, las obras tienen otra picaresca", según reconoce.

No hay que olvidar que el muñeco puede decir cosas que están vetadas para el ciudadano, incluso el cómico. "De ahí su carácter tradicionalmente marginal, nómada, autodidacta, porque su función era y es muchas veces la mofa de los poderosos, la burla de lo establecido", comenta. "Eso sí, no hay que olvidar que, detrás de todo buen títere hay un gran actor o una gran titiritera", resume Concha de la Casa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_