Clases de guitarra por masajes
Un centenar de vecinos de la Sierra de Huelva usan un sistema de trueque
El problema aparece casi todos los días en la prensa: los precios se disparan y los bolsillos se resienten. La economía, cada vez más global, parece seguir una deriva de crisis imposible de esquivar por nadie.
Pero hay rincones en la geografía mercantil, muy pequeños aún, en los que sus habitantes tratan de escapar de estas dinámicas macroeconómicas, estableciendo sus propias redes de intercambio. Y, en muchas ocasiones, lo que se hace no es otra cosa que volver al origen de todo, el trueque.
Es el caso de la Sierra de Huelva, donde, en uno de sus municipios más hermosos, Alájar, se vive desde hace casi dos años la experiencia de obtener productos o servicios a cambio, únicamente, de otros productos u otros servicios.
Es el llamado Trueque Sierra, al que ya están apuntados un centenar de vecinos del pueblo y de aldeas cercanas. La mayoría de ellos son nuevos residentes, mientras que los autóctonos del lugar son algo más reservados a participar en este tipo de iniciativas. Sistemas parecidos llevan décadas implantados en pequeñas comunidades de Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, entre otros países.
El propósito del trueque es intercambiar tiempo, espacio, productos, trabajo, herramientas y cualquier tipo de ayuda social o personal. La transacción se hace reconociendo y valorando las posibilidades y capacidades de cada persona.
"Es decir, cada uno ofrece lo que tiene en función de sus posibilidades. Cualquier cosa puede ser útil para el resto de la comunidad, cualquier conocimiento, cualquier experiencia", explica Peter Ott, alemán de 49 años y residente en España desde hace 12. Ott es uno de los pioneros en la organización de Trueque Sierra.
Servicios y productos
La ayuda o el servicio que se presta recibe una compensación en puntos. La cantidad de los mismos es establecida por las dos partes del acuerdo. Los puntos podrán ser canjeados, a su vez, por las ayudas, servicios o productos de cualquier otro integrante del sistema.
Y la oferta no puede ser más variada: clases de guitarra o de idiomas, pintores de fachada, todo tipo de masajes, clases de danzas étnicas, cuidado de niños, transporte, trabajos de jardinería, electricidad, fontanería, albañilería... Una gama tan amplia como personas están dispuestas a intercambiar.
"Al principio, no pensamos en utilizar el método de puntos, sino el del intercambio directo. Pero en seguida nos dimos cuenta de que a nosotros no nos funcionaba del todo bien. Así que implantamos este método indirecto", recuerda Zohar Chamberlain Regev, israelí de 37 años y primera impulsora de la idea del trueque en la sierra de Huelva.
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