Lo que no muere
Al final no se moría Franco, pero el capítulo 150º de Cuéntame (TVE-1) tuvo algo de hito y de celebración. La serie acababa de recibir seis premios de la Academia de Televisión, y los episodios correspondientes giraban en torno a la agonía del Generalísimo, seguida con distintos grados de ansiedad por los protagonistas. Se hablaba de la Marcha Verde y de Villaverde, el yernísimo, fantasmada y fantasmón que ahora vuelven a reverdecer políticamente, pero el bucle de haber hecho coincidir el aniversario de la muerte con la muerte misma no se cerró. Es lógico: el poder de convocatoria de esta notable serie sigue siendo tan grande, que sus responsables lo van administrando a pequeñas dosis, muy bien administradas. El jueves resultaba brillante la infiltración del personaje de Pablo Rivero en los fotogramas de archivo del hospital, lográndose un efecto zelig entre los actores y los dinosaurios tipo Arias Navarro. ¿Iba Franco de putas? Por un rato parecía que sí, pero al final se desvelaba que el cliente de un prostíbulo al que Juan Echanove había llevado en su taxi era sólo el doble del dictador.
Aprovechando el tirón de Cuéntame, La 1 convierte la noche del jueves en maratón de la ficción nacional, repitiendo a continuación dos capítulos de su eficaz culebrón taurino Herederos. Lo más curioso de esta serie es la mezcla de lo genuinamente español con un estilo calcado de los melodramas televisivos latinos. Funciona, tiene sus gotas de morbo prohibido (el hijo matador que se retira al saberse que le van los chicos), y en su reparto destacan Petra Martínez y Helio Pedregal.
Relevo generacional en Buenafuente (La Sexta), pero sólo un día, como antiguamente se hacía en los pueblos, dando la alcaldía a las mujeres durante 24 horas. Berto, el sobrino del jefe, es más escatológico y menos flemático que su tío Andreu, pero presenta con gracia, y tiene un físico que no se olvida.
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