Lugar sagrado, biotopo protegido
Hoy se conoce a San Juan de Gaztelugatxe y al resto de la costa que va del cabo de Matxitxako a Bakio como "biotopo protegido", la moderna expresión que reciben los lugares sagrados, aquellos que causan la admiración de la Humanidad. Lo evidente es que, se le considere biotopo o solar de una ermita milenaria, la pequeña y afilada península que resiste los embates del Cantábrico es lugar de peregrinación para ateos y creyentes y gente de toda condición que suben a diario hasta lo alto del peñasco.
El misterio de Gaztelugatxe es tal que, más de mil años después de construido el primer castillo que da nombre al lugar, las crónicas no se han puesto de acuerdo en el número de escalones que hay que salvar para llegar hasta la ermita. Juan Ernesto Delmas cuenta 300 en el artículo que escribió en la revista Euskal-Erria a principios del XX. Otros cifran el número en 231 o en 237. Incluso hay quien los eleva a 400.No extraña esta dispersión de datos. El esfuerzo que supone el ascenso ayuda a que se nuble el entendimiento del excursionista, como le ocurrió al ejército de Alfonso XI de Castilla, que no llego a alcanzar la cima. La historia afirma que Gaztelugatxe fue uno de los bastiones de resistencia contra la vanidad y ansia de rapiña del monarca: en su arriscado recinto se defendieron siete caballeros vizcaínos (entre ellos don Juan Nuñez de Lara, señor de Vizcaya), que resistieron más de un mes los ataques de un ejército bien organizado que, humillado, tuvo que abandonar el asedio. Corría el año de 1334 y Gaztelugatxe escribía su página guerrera más brillante.
Dos siglos más tarde, a primeros de septiembre de 1586, el santuario no pudo, en cambio, evitar que lo arrasasen los tripulantes de 14 navíos de herejes de La Rochelle. Como en 1978, cuando una cuadrilla de vándalos incendió el templo y tiró la imagen de San Juan a las rocas.
En la recuperación de la ermita participaron entonces artistas como Agustín Ibarrola o Néstor Basterretxea, y en 1980 se inauguró el nuevo templo, el mismo que ahora contempla el excursionista, mientras su mirada busca el Cantábrico o el perfil irregular y único de este tramo de la costa de Vizcaya.
Los orígenes de la ermita la vinculan con los templarios, casi seguros constructores del reducto y del puente que convierte el islote en península, pero antes ya estaban en Gaztelugatxe y el cercano islote de Aketze las colonias de aves marinas. Allí crían más de 200 parejas de paíño común, cormoranes moñudos, gaviotas patiamarillas y palomas bravías.
Ya en tierra firme, en el biotopo se dibujan escarpados acantilados donde, entre la vegetación adaptada a la sal y a los vientos marinos, aparece salvaje la árgoma, en aquellos terrenos donde no han llegado los viñedos que nutren el popular txakoli de Bakio, heredero de aquel vino ácido que refrescaba a los peregrinos que ascendían a lo alto del peñasco, entre ellos muchos náufragos. Cuenta Delmas que hasta hace un siglo aún se podía ver subir de rodillas, con algún resto del pecio, al superviviente, "ensangrentados los pies, y manando copiosísimo sudor", de alguno de los cientos de naufragios que padecía la costa vasca.
Los datos prácticos
- Cómo llegar: Desde Bilbao, lo mejor es llegar hasta Mungia por la BI-637 y de allí a Bakio, de donde sale la carretera de la costa que lleva a Gaztelugatxe.
- Alojamiento: Hostería del Señorío de Bizkaia (94 6194725) y los agroturismos Basarte (605 026 115) y Bisalde (94 6193019). En Bermeo, los agroturismos Artiketxe (946885629), Kasa barri (946885389 ) y Muñiko benta (946881212).
- Restaurantes: Eneperi (94 6194065), Gaztelu Begi (94 6194924), Arimune (94 6194022) y La Bakiense (94 6194232).
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