Concierto fallido
El héroe urbano de las canciones sencillas se atragantó, y cuando debía dar el do de pecho mostró su cara más fatigada ante un Sant Jordi que se le hizo demasiado grande, enorme. El capital ganado en sus años de carrera predisponía a un espectáculo cuando menos vibrante, pero más pequeño que nunca, mal aconsejado, al frente de un espectáculo dislocado por una planificación inadecuada, Fito dio la pobre imagen de un triunfador que no está a la altura; de un triunfador bajito.
Por mucho que dedicase más de dos horas a ganarse a su parroquia -agradecida parroquia que pasó por alto casi todo- la actuación no salvó la barrera de uno de sus anónimos fans que al final del concierto, cariacontecido junto a la puerta de salida, mascullaba su incomprensión: "¿Pero qué ha faltado para que el concierto no haya funcionado como los anteriores?".
Podría decirse que cuatro cosas: canciones, voz, carisma y producción. Las tres primeras, aunque ciertas, no son razones válidas para los seguidores de Fito. Así las cosas, el argumento universalmente aceptable para explicar el fiasco podría ser el de la producción. Con poca luz, una penosa realización en las pantallas de vídeo, escaso y embarullado sonido y un guión de concierto muy desatinado con interrupciones para readecuar el set y dar paso a canciones acústicas, la falta de brío de la banda se acrecentó con la falta de ritmo del espectáculo, auténtico montaje para pueblecillo en fiestas.
Si esto es lo que se puede esperar de estrellas que llenan dos días el Sant Jordi habrá que convenir que nuestra música pop tiene serios problemas.
Fito y los Fitipaldis. Palau Sant Jordi. Barcelona, 16 de noviembre.
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