Valencia derrocha en luz y apoya el apagón contra el cambio climático
Rita Barberá enciende más de 200 farolas antes de la acción ecológica
Una de hipocresía institucional. Valencia, la ciudad que acoge la reunión del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático, no pasará a la historia precisamente por su contribución a frenar el calentamiento global. El Ayuntamiento de Valencia, la Generalitat y otras muchas sedes oficiales se sumarán hoy al simbólico apagón convocado entre las 20.00 y las 20.05 horas por entidades cívicas, sindicales y ecologistas para concienciar a los ciudadanos de tomar medidas contra el cambio climático. Aunque las sedes oficiales apagarán sus luces cinco minutos, luego continuarán consumiendo vatios en la ciudad española que más luz despilfarra.
Una ciudad que gastó el año pasado 10 millones de euros en electricidad, millón y medio más de lo que consumió Barcelona, con el doble de población. El Ayuntamiento de Valencia instaló, solo entre los años 1997 y 2004, otras 30.000 farolas, con un coste de 20 millones de euros. Y las calles de la ciudad siguen luciendo muchas farolas de las consideradas ineficientes, con múltiples puntos de luz, elevado consumo energético y que generan contaminación lumínica. En esta obsesión por convertir a Valencia en la ciudad de la luz, la alcaldesa Rita Barberá, que se vanagloria de tener una concejalía dedicada al cambio climático, inauguró ayer 190 farolas más en la carretera de Malilla (con un coste de medio millón de euros). Barberá también inauguró otras 41 farolas en la avenida de Valladolid (100.000 euros). Eso sí, las nuevas farolas tienen "reguladores de flujo, que permiten reducir la intensidad luminosa en los momentos en que se detecta menor afluencia de peatones y vehículos".
La convocatoria de apagón ha cosechado un aluvión de adhesiones institucionales, ya que nadie quiere ser señalado por no apoyar una iniciativa para mejorar el medio ambiente. Las Cortes Valencianas aprobaron sumarse al apagón. Igual que la Generalitat y numerosos Ayuntamientos. La plataforma Acció pel Clima se concentrará durante el apagón en la plaza de la Virgen de Valencia y Ecologistas en Acción y otras ONG como WWF/Adena seguían sumando adhesiones. Mientras, organizaciones como Greenpeace -en el exterior de la Ciutat de les Arts, donde se reúnen los delegados de 130 países que elaboran el documento sobre el cambio climático- hacían demostraciones prácticas de las energías renovables.La Ciutat de les Arts y de les Ciències, en cuyo museo debate el Grupo Intergubernamental de Cambio Climático su último informe, no podía quedar al margen de la iniciativa del apagón. Y también apagará las luces a las ocho de la noche, aunque ahorrar, ahorrará muy poco, ya que la iluminación de los lucernarios y barandillas que rodean el Palau de les Arts, con decenas de focos, se mantiene conectada incluso a plena luz del día.
Más sensatos parecen los valencianos a tenor de los resultados de la encuesta encargada por la Generalitat sobre el cambio climático. El vicepresidente primero del Consell, Vicente Rambla, presentó ayer los resultados de un sondeo según el cual casi el 85% de los valencianos no deja nunca luces encendidas en habitaciones en las que no hay nadie, frente al 1,5% que sí lo hace.
Los hábitos energéticos de los valencianos, según este sondeo de 1.800 encuestas telefónicas para la Generalitat, son bastante saludables, ya que en porcentajes superiores al 70% los ciudadanos consultados aseguran separar la basura y depositarla en los contenedores acondicionados al efecto para su reciclaje. Sin embargo, la encuesta muestra que los que apuestan por el transporte público siguen siendo minoría (28% frente al 32% que nunca lo utiliza).
En este estudio, uno de cada dos valencianos considera que utilizar combustibles menos contaminantes ayudaría a frenar el cambio climático. Mucho más que el reciclaje (17%), el transporte público (9,2%), el uso de la bicicleta (5,9%) o la menor generación de basura (5,9%) o una reducción de consumo eléctrico (5,4%). En esta situación, y según este sondeo, un 81% de los valencianos estaría dispuesto a pagar más por un coche menos contaminante.
Según explicó Rambla, la encuesta demuestra que una gran mayoría de los valencianos tiene información sobre el cambio climático, ha oído hablar del protocolo de Kioto y casi un 83% está convencido de que los cambios en el planeta por la acción del hombre tienen bastante o mucho que ver con la desertización, la desaparición de especies, las inundaciones y otras catástrofes medioambientales.
El vicepresidente del Consell presentó la encuesta, realizada entre finales de octubre y primeros de noviembre por la firma KMC, con motivo de la reunión del panel de expertos de la ONU sobre el cambio climático. Sin embargo, no desaprovechó la ocasión de arrimar el ascua a su sardina, ya que el sondeo interrogaba sobre las desaladoras que ejecuta el Ministerio de Medio Ambiente y a las que se opone el Consell, que prefiere los trasvases. Así, el sondeo incluye este enunciado: Antes de construir desaladoras es mejor soluciones que produzcan menos CO2. Un 73% de los encuestados está de acuerdo frente a un 11,4% que está en desacuerdo. Seguido del enunciado: "Es preferible trasvasar agua a la construcción de grandes desaladoras". Un 67,5% está de acuerdo y un 15,5% en desacuerdo.
Junto a la explicación del contenido del sondeo, Rambla defendió la gestión de la Generalitat en las acciones de defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, aunque no anunció medida adicional alguna.
Sin embargo, la reunión de expertos para cerrar el informe de la ONU sobre el cambio climático ha servido para movilizar a distintos colectivos conservacionistas. Así, si Ecologistas en Acción daba el lunes la bienvenida "a la capital de la insostenibilidad" a los delegados, Greenpeace ha montado junto al Museu de les Ciències un juego interactivo en el que se decide el futuro con energías sucias o se apuesta por las renovables. Intermón Oxfam también escogió ayer este escenario para exigir una reducción "drástica" de las emisiones de CO2 y un aumento sustancial de ayudas a los países en desarrollo, que son los que sufren más el cambio climático.
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