Tolerancia cero

Con relación al editorial Drogas al volante publicado en el pasado 6 de noviembre, me gustaría como responsable en España del proyecto ROSITA (Road Site Testing Assesment), financiado por la UE (1999-2004), realizar algunas aclaraciones. Entre las conclusiones del proyecto mencionado, los científicos planteamos que los dispositivos usados por los diferentes equipos de policía y científicos de los nueve países europeos implicados en el proyecto, no reunían hasta el momento las condiciones (muy exigentes por cierto), como para que tuviesen una fiabilidad similar a los etilómetros usados para el alcohol. Pero que esto no era un obstáculo para su uso por los agentes de control de tráfico, ya que después de casi 3.000 controles, cumplían una doble finalidad:

a) Se trata de una prueba presuntiva y se debería de usar en el caso de que la prueba del alcohol etílico hubiera sido negativa, y el agente detectara signos externos de que la persona podría haber consumido una droga.

b) Como elemento disuasorio que evitase el consumo de drogas y conducir un vehículo a motor.

Estas finalidades las cumplen casi la totalidad de los dispositivos presentes hoy en el mercado y que desde el año 1999 han ido perfeccionándose con los datos aportados por los científicos y los agentes en todos estos años. El que no se haya aplicado hasta ahora, no ha sido porque los agentes no lo hubieran solicitado. Alcoholemias negativas y conductores con extraños comportamientos, frustraban parte de su loable trabajo en la carretera.

Con las drogas deberíamos ser drásticos y pedir tolerancia cero en su implicación en la conducción. Probar el consumo reciente no es complicado, como se afirma en su editorial. Es sencillo, rápido y muy fiable para la mayor parte de las drogas de abuso. Pero además, podemos garantizar que si la persona no está de acuerdo con el resultado, pueda solicitar un contraanálisis de la muestra biológica, en un laboratorio con métodos homologados y validados.