Los cerebros murieron en Leganés
El grupo ejecutor del 11-M forma parte de un monstruo de mil cabezas
Rabei Osman, El Egipcio, Yousef Belhajd y Hassan el Haski, los tres procesados como supuestos inductores del 11-M han sido absueltos por falta de pruebas, pero hubo otros terroristas cuyo papel como cerebros e impulsores de la matanza está acreditado, según se desprende de la investigación policial y judicial. No han sido juzgados porque murieron en el piso de Leganés, donde la policía cercó al núcleo duro de una célula autónoma que no obedecía ordenes de Al Qaeda.
Alekema Lamari, Yasin, un hombre virgen y paranoico condenado en 1997 por planear ataques contra medios de transporte, confesó a sus íntimos que preparaba un atentado contra "un gran objetivo" y les animó a participar. "Se puede hacer eso y mucho más. ¡Qué fácil es hacer daño!", confesó a su amigo sirio Safwan cuando vieron juntos en la televisión el atentado contra una discoteca en Bali (Indonesia).
Setmarian pidió crear 'comandos' independientes y autónomos
El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) descubrió sus intenciones e inició una búsqueda fallida meses antes del 11-M. En una nota del servicio secreto se advertía de que en los planes del solitario Lamari figuraban provocar "el descarrilamiento de trenes", una de las obsesiones de este argelino, ex miembro del Grupo Islámico Armado (GIA), que paseaba por prisión con la espalda pegada a la pared por miedo a sufrir un ataque de otros reclusos, según recuerda su abogado valenciano.
Serhane Ben Abdelmajid, El Tunecino, contaba en el verano de 2003 a todo el que quería escucharle que iba a vengar la presencia española en la guerra de Irak y les inducía a "hacer algo juntos" para vengar a los hermanos detenidos en la operación policial contra la célula de Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, con el que mantenía una estrecha amistad. El delincuente y traficante de hachís Jamal Ahmidan, El Chino, convenció a varios de los autores materiales, en especial a la mano de obra marroquí para que se sumaran al grupo con el objetivo de hacer "una yihad grande en España". Al menos estos tres terroristas suicidas fueron también inductores de la matanza, además de autores materiales, según el relato de varios testigos protegidos que oyeron cómo una y otra vez estos radicales hablaban de que "había que hacer algo en Madrid".
La célula terrorista que atentó el 11-M es una reproducción casi calcada del modelo que Mustafá Setmarian, Abu Musab Al Suri, estratega, propagandista, instructor de explosivos en Afganistán y miembro de la cúpula de Al Qaeda, difundió hace años en su obra La llamada a la resistencia islámica mundial, un manual de 1.600 páginas para hacer la guerra santa mundial. En su libro, recogido en decenas de foros y páginas web yihadistas, aboga por crear células independientes, sin afiliar a los grupos existentes y que protagonicen espectaculares ataques. La doctrina de Mustafá Setmarian, que vivió durante años en Madrid y Granada y está casado con una española, ha sembrado Europa a través de Internet de grupos similares al que atentó en Madrid en 2004 que en la mayoría de los casos han sido desarticulados.
El propio Setmarian lo describe así en un escrito, fechado en 2004, el último antes de desaparecer a manos de agentes de la CIA en Pakistán. "Creé el Centro de estudios Al Guraba para difundir el pensamiento yihadí y llamar a la resistencia mundial, escribí cientos de páginas sobre el pensamiento, el método, las ciencias políticas, militares... y grabé cientos de cintas de vídeo y de casete a lo largo de 25 años, con la ayuda de Dios, que vuestros servicios de inteligencia han encontrado en todo el mundo".
Algunos de los autores del 11-M mantenían vínculos con el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) y con la célula del sirio Abu Dahdah, desarticulada en 2001 y próxima al propio Setmarian, pero todas las pruebas acumuladas durante la instrucción del sumario demuestran que era una célula local y autónoma inspirada en Al Qaeda y no conectada con la misma, tal y como refleja el fallo judicial. "Una copia de las que desde hace años aparecen en este y otros continentes: sin estructura, sin jerarquía definida lo que dificulta más su localización, neutralización y condena judicial", apunta un jefe policial que ha participado durante los tres años de la investigación.
Una célula de manual a la que se podría denominar globolocal y cuyos principales miembros seguían la corriente Takfir Wal Hijra, la más clandestina y dura del salafismo. Los takfir pueden vestir ropa occidental y beber alcohol para no ser detectados. El movimiento takfir se está extendiendo entre algunos jóvenes inmigrantes de segunda generación, según asegura un informe confidencial de la Comisaría General de Información de la Policía. Hay media docena de mezquitas takfir en España que están siendo controladas por agentes del CNI.
El último ataque atribuido a Bin Laden y organizado por su escudero Kalid Seikh Mohamed, el cerebro del 11-S preso hoy en Guantánamo (Cuba), tuvo lugar el 11 de abril de 2002 en una sinagoga en Yerba (Túnez). Murieron 19 turistas, en su mayoría alemanes y franceses, y el camión bomba se compró con dinero aportado a ciegas por Enrique Cerdá, un empresario valenciano que ha sido condenado a cinco años de prisión. Desde entonces, los ataques frustrados o no de las células yihadistas en todo el planeta los protagonizan sus grupos satélites o asociados, como el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) en el Magreb, o células locales y autónomas inspiradas en Al Qaeda como la del 11-M, pero sin conexión con Bin Laden salvo por afinidad.
Esa es la causa por la que en el fallo judicial sobre la matanza de Madrid no se dice que los terroristas pertenecían a Al Qaeda, sino a una célula yihadista, una más de las múltiples que la ideología del alquedismo ha logrado expandir como un cáncer por todo el mundo.
Un fiscal de la Audiencia Nacional especializado en terrorismo internacional lo explica así: "Son grupos desestructurados, que se financian mediante la pequeña delincuencia y que en la mayoría de los casos gozan de una independencia organizativa que dificulta todavía más su localización. Por eso estamos haciendo detenciones preventivas porque el riesgo se multiplica. No luchas contra una organización sino contra muchas". La célula yihadista del 11-M era una más de las que componen un monstruo de mil cabezas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.