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Columna
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Como un paisaje que se desliza

La Iglesia veía con recelo el exceso de interés turístico y cultural del Camino de Santiago

La conmemoración de los 20 años de la declaración del Camino de Santiago como primer itinerario cultural europeo reunió en O Cebreiro a un grupo de personas que, más o menos, podríamos resumir el ayer y el hoy del tema, convocados por la SA del Plan Xacobeo en torno a la memoria de Elías Valiña, o valedor do Camiño, como lo denomina Luis Celeiro en su documentada crónica de los 30 años en que el infatigable sacerdote lucense ejerció de párroco en O Cebreiro.

En el encuentro se dio un repaso a los cambios vividos desde los "tiempos heroicos", la década 1983-1993. Al hilo del poder evocador de los contertulios, a la hora de esbozar algunas proyecciones de futuro, apuntaba tres vías de atención.

En los momentos de recuperación que me tocó vivir -el interés del Camino siempre ha sido cíclico- la Iglesia veía con recelo el exceso de interés turístico y cultural. Los miles de caminantes que cada año hacen la ruta son el reflejo de una sociedad en la que no se puede mantener en exclusiva una espiritualidad religiosa, aunque muchos la proclamen de boquilla para obtener la Compostela, porque al lado de ésta existe una espiritualidad laica. Los agnósticos también tenemos alma; existe un denominador común en esa vivencia espiritual, y hoy en día ya no ha lugar a preguntar cuál de las dos, religiosa o laica, pesa más. En un reciente congreso de psiquiatría se llegó a hablar de un "síndrome del Camino". No se trata de eso, no hay alucinaciones de por medio, pero nadie puede negar el efecto emocional de la exudación de endorfinas que animan y producen placer, el disfrute del paisaje y el contacto con la naturaleza, el discurrir en silencio por las sendas tapizadas de verde o de hojas secas, el encuentro con otros caminantes y con gentes diversa..., en suma, la experiencia de lo bello y lo bueno.

Pero la exaltación del Camino vino acompañada por una promoción turística, iniciada por la Xunta y el ayuntamiento compostelano, que desde 1993 ha generado a lo largo de todo el año un turismo no caminero que aporta significativa actividad económica a buena parte de Galicia. Turismo que necesita prudencia y análisis para que no acabe por convertir la ruta y la ciudad en un parque temático. Por otro lado, una reflexión sobre el Camino actual debería ir acompasada con el concepto de globalización y trabajo en red. Que es una malla de ciudades, villas, comarcas y regiones que hoy, en la Europa ampliada, está en consonancia con los criterios de diversidad y multiculturalidad. Conviene entender el Camino como un sistema de ida y vuelta que entraña una considerable dimensión política, donde los años jubilares sean de encuentro compostelano para recoger el fruto del trabajo realizado en los espacios que corresponden a cada período del ciclo en el terreno cultural, económico, social, político, con jóvenes, investigadores, empresarios, administradores, caminantes, turistas y peregrinos.

La tercera reflexión es que si, hasta un cierto momento, el Camino solía ser considerado como un continuo lineal en el que se insertaban villas y ciudades, monumentos, obras de arte, la visión actual ha de contemplarlo como un sistema complejo. Esto comporta la necesidad de un plan director donde lo que admiramos y disfrutamos sea más que una pista viaria con sus accidentes, todo un conjunto de territorios que forman un paisaje que se desliza a ambas márgenes y que debe ser protegido con normas cautelares o sancionadoras, pero también con medidas de impulso socioeconómico desde una perspectiva territorial que ayudarían también a reequilibrar Galicia. Un plan director que, a la luz de la experiencia, permita planificar su desarrollo y evitar conflictos como el del parque empresarial de O Pino.

Dada la magnitud mediática que ha adquirido el fenómeno, todos los presentes concordamos en que si bien la Via Francigena sigue siendo la arteria privilegiada del sistema, conviene reivindicar las otras rutas manteniéndolas unidas. Hoy, decía Paolo Caucci, lo importante es volver a juntar la ciencia del Camino con la experiencia del andador. No olvidar la infraestructura asociativa, propiciar fórmulas innovadoras de autogestión en la búsqueda de una explotación económica sostenible y no tratar de encajar el Camino en una perspectiva unilateral, sino reconocer su carácter poliédrico.

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