Un Réquiem muy vivo
No consta que Verdi fuera explícitamente ateo, pero, por lo que se sabe, poco debía faltar. En 1873, a los 60 años, una edad en la que los hombres piensan en la muerte, el descreído Verdi se lanzó a la composición de una misa de Réquiem en honor de un amigo fallecido, Alessandro Manzoni. El resultado fue estremecedor: un réquiem bárbaro, durísimo, que no se dirige ni a Dios ni a los muertos, sino a los vivos, y está lleno de terror, de miedo y, en ocasiones, de ira por la impotencia ante la absurdidad de una muerte que se intuye absoluta.
A la Iglesia nunca le ha gustado el Réquiem de Verdi, pues más que pedir el perdón de Dios parece que le exige responsabilidades. A músicos y melómanos siempre les ha encantado por la enorme belleza y poder de la música; a los productores siempre les aterroriza por la enorme tropa que hay que poner en el escenario para interpretarlo. La Orquestra Simfònica del Vallès y su director titular, David Giménez Carreras, se metieron en el berenjenal de montar un Réquiem de Verdi y en general salieron bastante bien parados del reto. El Orfeó Català aguantó sin descomponer el sonido en las formidables crestas dinámicas del Dies Irae, aunque en la complicada doble fuga del Sanctus, con todas las voces divididas en dos grupos, hubo algún estropicio.
Orquestra Simfònica del Vallès.
Verónica Villarroel, soprano. Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano, Aquiles Machado, tenor. Stefano Palatchi, bajo. David Giménez Carreras, director.
Misa de Réquiem de Giuseppe Verdi.
Palau de la Música. Barcelona, 27 de octubre.
El Réquiem necesita un cuarteto de solistas vocales de primerísima línea, pues las exigencias son muy altas. Éste, en principio, tenía un equipo de solistas perfectamente capaz de abordarlo, pues estaba integrado por la soprano chilena Verónica Villarroel, la mezzosoprano canaria Nancy Fabiola Herrera, el tenor venezolano Aquiles Machado y el bajo barcelonés Stefano Palatchi. En la práctica hubo sus más y sus menos: Villarroel pudo con su parte, pero el vibrato era muy ancho y casi nunca se arriesgó a apianar tal como se le pedía en la partitura. Palatchi cantó con la noble línea que le caracteriza, pero empieza a apretar el sonido en la parte alta del registro. Machado tenía en el célebre Ingemisco una oportunidad de lucimiento que sólo aprovechó a medias. En sentido estricto, sólo Nancy Fabiola Herrera cumplió con todas las expectativas; su actuación fue la mejor entre los solistas.
La orquesta aguantó bastante bien los tirones que pega la partitura y sólo cuando la cuerda grave se quedaba sola se apreciaban deficiencias en el sonido. David Giménez Carreras planteó un Réquiem potente basado en el drama y la fuerza, un Réquiem muy intenso más lleno de fuerza y vida que de sutilezas y detalles.
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