Las apuestas derriban fronteras
Internet ha derribado las barreras que los Estados han levantado para controlar el juego. La mayoría de las empresas que lo gestionan tienen sedes en Gibraltar o Malta
La fiebre de los juegos en línea ha dejado en la cuneta a los Estados y a los empresarios tradicionales del sector. La rapidez de su propagación no les ha permitido reaccionar a tiempo. Las camisetas de equipos renombrados como el Real Madrid lucen enseñas poco conocidas para el gran público, pero a fuerza de repetir mil y una veces Bwin, Betfair, 888 y otras marcas en las televisiones, comienzan a darse a conocer.
No se trata de una burbuja. Algunas compañías han elevado en cinco años su facturación de 336 millones de euros a más de 2.940.
La mayoría de las empresas que están detrás de este negocio son híbridos de casas de apuestas y desarrolladoras de tecnología de las telecomunicaciones con sedes en paraísos fiscales como Grecia o Malta. Y tienen en sus filas a los mejores cerebros del marketing de consumo. Los Estados ven que se les escapan por esta vía un fuerte caudal de ingresos, pero no se deciden a prohibirlo porque vulneraría la libertad de comercio y están a la expectativa de lo que diga Bruselas. Por si fuera poco, el juego ha pasado en España a ser competencia de las comunidades autónomas.
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