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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Canto, luego existo

Los himnos son para ensalzar a los dioses. Así nacieron, como recitativo, sin música. Las marchas militares son otra cosa. Con poca letra o sólo la justa. Es difícil cantar a paso de carga o bajo el tronar de los cañones: esa música machacona bajo la cadencia de los tambores servía para dar ánimos cuando más faltaban, antes de caer derribado por una bala o ensartado por una bayoneta. Los dioses del romanticismo mudaron de ropajes y de hábitat, dejaron las nubes celestiales y los vaporosos sudarios y se convirtieron en divinidades terrenas pertrechadas con armas y correajes.

Que una oscura sangre abreve nuestros surcos, dice La Marsellesa, que canta con versos truculentos y xenófobos a la divinidad civil que es la República Francesa, la Patria de la Revolución. Nicolas Sarkozy entonó estos versos hoy en día inimaginables a pleno pulmón en la plaza de la Concordia en su noche de vencedor. Así son las cosas: unos no tienen letra y otros tienen letra en exceso. Alemania calla un verso de su himno: el que dice que su patria está por encima de todas las otras en el mundo.

La cultura española cuenta con preciosos pasodobles para acompañar el desfile de las tropas, aunque tampoco ha faltado la truculencia cuando nuestros versificadores se han puesto en la tarea. La Marcha de Granaderos, de autor desconocido, pieza que en 1770 se convirtió por deseo de Carlos III en marcha de honor, en cambio, jamás ha tenido letra y será difícil que la tenga y que se acepte, por más que sean ya 60 las propuestas y que un jurado que cuenta incluso con un historiador de fuste vaya a decidir con cuál hay que quedarse. La letra del himno es algo que sólo preocupa a los deportistas, a los que les fastidia enfrentarse en el estadio al silencio o al tarareo, y deja al fresco en cambio a la inmensa mayoría de los ciudadanos.

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Estamos en la época posnacional, tal como intentó explicar un día sin mucha perspicacia el presidente del Gobierno en el Senado, ganándose un reproche permanente "porque no cree que exista la nación española". Y en épocas posnacionales lo mejor con las marchas y los himnos es dejarlos tal como están, sin quitar ni poner. Sobre todo porque no hay poeta capaz de encontrar una voz auténtica que cante a las patrias de un tiempo en que el individualismo se ha convertido en el único patriotismo realmente existente.

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