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La Sinfónica de Galicia echa una mano en la 'favela'

La gira americana de la orquesta incluyó un proyecto social

De una sinagoga de Buenos Aires a una favela de São Paulo, de los teatros de Santiago de Chile al gran centro de vacaciones uruguayo de Punta del Este. La Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) ha llevado su música por cuatro países suramericanos, en una gira que la dio a conocer a las aficiones locales, unió lazos con las colonias gallegas y le permitió colaborar con un proyecto social en Heliópolis, uno de los muchos barrios desgarrados por la miseria en São Paulo, la principal urbe del continente.

En Rosario, el 'Negra Sombra' conmovió a los asistentes
Los músicos dieron clase a los niños del barrio paulista de Heliópolis

Tras el debú en Santiago de Chile, la orquesta tuvo que enfrentarse al exigente público de Buenos Aires en dos escenarios distintos. El primer concierto tuvo lugar en el Templo Amijai, una sinagoga-auditorio, y el segundo se celebró en el Teatro Coliseo, una gran sala que justifica su nombre con cerca de 2.000 localidades distribuidas en cuatro alturas y que acoge la programación del Colón mientras dure el remozamiento de éste ante su próximo centenario. A Rosario, segunda escala argentina, se llegó en autobús.

Su Auditorio Astengo vio el gran salto cualitativo en la acogida del público argentino. Al tocar la Impresión Nocturna, de Gaos, compositor coruñés muerto en Buenos Aires en 1959, la respuesta del auditorio fue de una calidez extraordinaria. La profundidad de la obra llegó muy adentro y el calor no hizo sino crecer con las tres obras de Falla. Hasta cinco bises hubo de tocar la OSG. La alegría de la zarzuela y la nostalgia de Negra sombra conmovieron a los asistentes. En el Coliseo bonaerense, la orquesta coincidió con el presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, de visita en el país.

Al día siguiente, traslado a São Paulo, con sus inmensas avenidas llenas de rascacielos y parques como el de Ibirapuera, en el que está la sede de su célebre bienal, un museo y un teatro en cuyo exterior se celebró el primer concierto de la OSG, que puso a bailar a muchos de los asistentes. De vuelta al hotel, Diego Zecharies, solista de contrabajo de la OSG, descubría los verdaderos secretos de una gira: "La convivencia con los compañeros y la responsabilidad de llevar la camiseta de la Sinfónica fuera de España es lo que genera toda esta energía, que luego se prolongará durante toda la temporada".

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También son enormes en São Paulo las diferencias sociales. Y entre otros dos exitosos conciertos, en una estación de tren reconvertida en un auditorio de excelente acústica, la Sinfónica mostró la cara más humana del arte en Heliópolis, la mayor favela de la ciudad, en la que 120.000 personas habitan en unas terribles condiciones de hacinamiento e insalubridad. Algunas personas y organismos tratan de mejorar estas condiciones en la medida de sus recursos.

Entre ellas está Donha Lourdinhas, una mujer muy menuda de cuerpo pero de enorme espíritu, como una Teresa de Calcuta seglar, que regenta en el corazón mismo de la miseria un dispensario, Espaço vida saudavel, al que acuden los vecinos en busca de salud física y social. Ella fue quien eligió a los treinta primeros alumnos del proyecto con el que colaboró la Sinfónica.

Éste es un proyecto de referencia para la ciudad y el Estado de São Paulo, que han hecho de Heliópolis un espacio piloto para la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes. Se trata de un proyecto "social, no asistencial", según sus responsables, iniciado hace 11 años por el maestro Vaccarelli con aquellos primeros niños presentados por Donha Lourdinhas. Talleres y escuela de música en un ambicioso proyecto para mejorar su vida.

En las clases, cinco profesores de la OSG dieron lo mejor de sí mismos. Massimo Spadano trató de imprimir flexibilidad a su alumno de violín, José Vicente Castelló buscó la calidad del sonido de las trompas en unas escalas cuyos diferentes ritmos fueron rápidamente asimilados por os meninos. Casey Hill pidió fraseo y contraste de emociones al oboe de su alumna. John Etterbeek caminaba al lado del suyo mientras le enseñaba en gallego cómo administrar la columna de aire y dar continuidad al sonido. Y Zecharies, contagió su entusiasmo mientras enseñaba a coordinar fraseo, arco y respiración.

En el último país visitado, Uruguay, se repitieron los éxitos en Montevideo y Punta del Este. Allí concluyó un periplo en el que participaron 100 personas cargadas con medio de centenar de cajas para instrumentos, partituras y ropa de faena. Y eso que hubo que dejar en tierra un juego de timbales para evitar exceso de carga en los vuelos. Todo, para diez conciertos en siete auditorios de seis ciudades pertenecientes a cuatro países distintos.

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