El Atlético pega duro
El equipo madrileño, con sus estrellas en estado de gracia, hace un roto al Zaragoza
Cuando el Atlético se pone, es un primor. No lo hace siempre, y ahí está la derrota en el Camp Nou para demostrarlo. Pero si el equipo encuentra a sus estrellas y éstas dan lustre a su imaginación, el resultado es fantástico. Ayer cayó el Zaragoza, un conjunto creado para jugar al fútbol que se encontró con otro creado para jugar mejor al fútbol. Y que lo hizo desde el primer minuto.
En el Atlético, los focos se han dirigido casi en exclusiva hacia Agüero, Con justicia, además, porque el chico, con la excepción del día del Barça, está sembrado. Ocurre, sin embargo, que a su lado vive un futbolista silencioso, elegante, que se asoma a una banda, a otra, que acude al remate, que se ofrece siempre, que tiene lucha, clase, sentido del juego y gol. Forlán se llama. Y ayer se exhibió.
ATLÉTICO 4 - ZARAGOZA 0
Atlético: Leo Franco; Perea (Valera, m. 71), Pablo, Zé Castro, Pernía; Luis García, Raúl García, Maniche (Cleber, m. 77), Maxi; Agüero y Forlán (Jurado, m. 66). No utilizados: Abbiati; A. López, Eller y Simao.
Zaragoza: César; Diogo, Ayala, Sergio (Pavón, m. 76), Juanfran; Gabi (D'Allesandro, m. 46), Luccin, Zapater; Aimar; Diego MIlito y Oliveira (Sergio García, m. 65). No utilizados: L. Vallejo; Cuartero, Celades y Óscar.
Goles: 1-0. M. 10. Luis García, a pase de Forlán. 2-0. M. 35. Forlán marca de vaselina. 3-0. M. 63. Maxi, de penalti. 4-0. M. 90. Maxi, a pase de Luis García.
Árbitro: Pérez Lasa. Amonestó a Pernía, Raúl García, Ayala, Diogo, Luccin, Sergio, Maxi Y Zapater.
Unos 45.000 espectadores en el Calderón.
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Le bastó recibir un balón de Agüero en la línea de tres cuartos para dibujar una maravilla. Su pase a la derecha, al hueco, entre dos defensas, a Luis García, fue prodigioso. Resolvió el extremo sin inmutarse, enviando el balón a la red con efecto, como liftado, ante la salida de César. Se vio el Atlético gobernando el partido y el marcador y optó por elucubrar. Eso, en otros tiempos, hubiera sido una invitación al suicidio, amén de levantar la inquina general. Ahora no. Y ahora no porque el equipo tiene una relación con la pelota que estaba olvidada por estos lares desde tiempos inmemoriales. Y porque en el ataque acumula lo que acumula. Dinamita.
Ni siquiera el rato en el que Atlético estuvo a verlas venir se sintió a gusto el Zaragoza. De su zona de creación, con Luccin al frente, no salió nada digno de elogio. Y las arrancadas de Aimar morían una y otra vez en la orilla. Así las cosas, Diego Milito y Oliveira resultaron tan invisibles para sus compañeros como invisible era el fútbol del equipo.
Así que le cayó el balón a Luis García (grande) y Forlán dibujó el desmarque. Al uruguayo, que es adorado por la grada, le llegó el balón y, en el aire, sin dejarlo caer, se sacó una preciosa vaselina ante la salida de César. El Atlético se vio gigantesco ante un rival supuestamente temible, cuya apatía dio grima. Y entre pases, taconazos, regates y otros lujos llegó el tercero, de penalti, y el cuarto, de Maxi, como pudieron llegar cuatro más ante el jolgorio del Manzanares, donde se frotan los ojos.
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