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Crónica:LA CRÓNICA | OPINIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ibarretxe, autoproclamado

Soledad Gallego-Díaz

L a última visita del lehendakari Juan José Ibarretxe a La Moncloa ha dejado bastante claro que, mientras sea él quien ocupe la presidencia del Gobierno vasco, no será posible que se produzca algún acuerdo entre el PNV y el Partido Socialista de Euskadi (PSE) a la hora de formar gobiernos transversales. Si el PSE aspira en algún momento a una coalición con los nacionalistas, tendrá que ser desalojando previamente a Ibarretxe de la lehendakaritza y del poder dentro del PNV, algo nada fácil en las actuales circunstancias.

La mejor esperanza para los socialistas la constituía una posible candidatura de Josu Jon Imaz, pero Ibarretxe le ha expulsado no sólo de la batalla por la presidencia del Gobierno autónomo, sino, finalmente, de la política vasca en su conjunto. La consecuencia más directa es que el lehendakari se ha autoproclamado, de facto, como único candidato posible del PNV en la próxima convocatoria a Ajuria Enea y que ha dejado claro cuáles son sus potenciales aliados: el mismo tripartito actual.

Si el PSE aspira a una coalición con el PNV, tendrá que ser quitando antes a Ibarretxe de la presidencia vasca
Los expertos advirtieron sobre el riesgo político que se abría al aceptar en el Estatuto catalán consultas populares

Todo dependerá, obviamente, de los resultados electorales reales (y quizá del número de votos que obtenga el PNV en las elecciones generales de marzo, previas a las autonómicas), pero la importante batalla por la estrategia electoral del PNV ya está decidida. Ibarretxe no quiere ni la menor aproximación al PSE, ni pacto alguno con los socialistas.

El lehendakari fue elegido por primera vez en 1998, con un programa del PNV que promovía la negociación entre fuerzas nacionalistas en el contexto de los pactos de Lizarra, con Batasuna y ETA. No fue casualidad, sino que respondió al avance en los años noventa de la línea nacionalista más radical, representada por dirigentes como Egibar y Aguirre. Las duras elecciones de 2001, cuando el PNV creyó que podía perder el poder frente al PP-PSOE, y la capacidad que Ibarretxe demostró en aquellos días para movilizar a cada uno de los simpatizantes del PNV le dieron una fuerza extraordinaria dentro del partido. Nueve años después, el lehendakari parece no haber abandonado, en absoluto, la idea de la acumulación de fuerzas nacionalistas.

Quienes le conocen aseguran que Ibarretxe se mueve continuamente en torno a la idea de quién va a liderar el final de la violencia en el País Vasco y quién va a mandar en la causa nacionalista. Es cierto que el espacio electoral nacionalista es limitado, que se mueven dentro de él varios partidos muy diferentes y que Batasuna cederá difícilmente el símbolo de su lucha, pero el lehendakari mantiene que su línea es la única que garantiza el poderío del PNV dentro de la "gran causa", y por ahora parece que dentro del aparato peneuvista son más quienes le siguen que quienes le critican.

Lo más interesante en estos momentos no son ya los movimientos dentro del PNV, con vistas a su Asamblea de diciembre, sino la posible influencia que puedan tener los resultados electorales de marzo y, sobre todo, de las próximas autonómicas. La gran duda es si Ibarretxe conseguirá repetir la movilización de 2001 o, si como opinan los socialistas y temen los más moderados del PNV, las circunstancias han cambiado tanto que hacen imposible algo parecido, como ya se demostró en los comicios de 2005.

En otro sentido, resulta también relevante saber qué salida pueden encontrar los socialistas vascos, en una situación también compleja, divididos entre quienes creen que nunca podrán ser alternativa al PNV y quienes creen que pueden lograrlo mediante complicadas alianzas con grupos menores. "Lo único que puede romper este nudo es un mal resultado de los nacionalistas en marzo, lo suficientemente claro como para enviar una señal de alarma al aparato del PNV", mantiene un importante dirigente del PSE que no oculta la dificultad de empeño.

Un mal resultado, coincide casi todo el mundo en el País Vasco, alejaría el fantasma de la "consulta popular" que defiende Ibarretxe. El lehendakari habla todo el tiempo de dos cosas distintas: una "consulta popular", a celebrar en octubre próximo, y un referéndum, en 2010. El segundo, el referéndum, es claramente inconstitucional, y por eso el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aludió todo el rato en su comparecencia a una consulta "vía referéndum" que "no se puede hacer, no se va a hacer, no se hará".

El tema de la consulta popular puede ser mucho más complicado, si la pregunta es lo bastante ambigua y se limitara, por ejemplo, a pedir a los ciudadanos vascos que "envíen a todas las partes el mandato de abrir un proceso de solución", como ha insinuado en alguna ocasión el lehendakari. Las consultas populares no están previstas en el Estatuto vasco, pero tampoco son en este momento contrarias a la Constitución, porque figuran en el nuevo Estatuto catalán con una formulación restrictiva pero clara: la Generalitat puede convocar, en el ámbito de sus competencias, "encuestas, audiencias públicas, foros de participación y cualquier otro instrumento de consulta popular, con excepción de los previsto en el artículo 149 de la Constitución".

Es decir, habría que discutir si la pregunta de la famosa "consulta" de Ibarretxe es un referéndum encubierto o entra dentro de este otro campo. No en balde, muchos expertos constitucionales llamaron la atención, en su momento, sobre el nuevo artículo del Estatuto catalán, advirtiendo que se estaba abriendo, casi sin debate, un riesgo político importante. -

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