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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

David contra Goliat

Sinceramente, esperaba del Museo Guggenheim una cierta dosis de compasión y sensibilidad con las víctimas del terrorismo, muchas de ellas pertenecientes a la comunidad desde donde este símbolo de la cultura y la modernidad vasca se ha hecho internacionalmente reconocido. La inmensa metedura de pata, rodeada de excusas estéticas y de criterios metafísicos y de una actitud desafiante por parte de su director hacia las entidades que hemos osado criticar esta iniciativa, podría haber sido subsanada retirando esas fotos que humillan a las miles de víctimas del terrorismo, a los amenazados, a los extorsionados, muchos patrocinadores del propio museo.

Y nos humilla, no sólo a las víctimas sino a la propia sociedad vasca, porque el relato que se expresa en la serie fotográfica respecto a las crónicas vascas referente a lo que el propio autor Clemente Bernad ha calificado del "conflicto", recoge: dos fotos de "militantes" de ETA muertos; una foto de un coche con matrícula francesa quemado durante la protesta contra la colaboración de los Gobiernos francés y español; dos fotos de dos atentados de ETA a la Guardia Civil; una foto de un acto de condecoración de la Guardia Civil en la que en actitud altiva aparece el general Rodríguez Galindo; tres fotos de concentraciones de familiares de presos de ETA, una de ellas mientras cantan el Eusko Gudariak; dos fotos de enfrentamientos entre "militantes independentistas" y la Ertzaintza y la Policía Nacional; una foto de la detención de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, y una eliminada por desautorización de la familia Blanco de la radiografía del cráneo de Miguel Ángel Blanco, montaje fotográfico manipulado de la rueda de prensa que ofreció el médico mientras Miguel Ángel Blanco agonizaba.

¿Es este relato resumen, coherente, digno, realista, respetuoso con la historia y presente de las consecuencias humanas, sociales, políticas del terrorismo? ¿Qué lectura puede hacer cualquier turista poco informado del llamado "conflicto"? ¿Es ésta una visión apolítica, como defiende el director del museo? No puede existir la neutralidad al tratar fotografías y pies aclaratorios que hablan del dolor de miles ciudadanos, todavía hoy inmersos en su dolor y su rabia, a los que no se les ha reparado ni social ni institucionalmente. Defender la neutralidad y el valor estético de estas fotos es como valorar la belleza de una foto de un campo de concentración. Las imágenes elegidas lo han sido con criterio y sentido: el de la exaltación de los verdugos y el de la transmisión de un relato falso y legitimador del terrorismo etarra. Que el Guggenheim colabore en esta ignominia, más propia de una herriko taberna, es lo que no se entiende y no se debería permitir.

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