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Columna
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Una celebración llena de significaciones

Es muy probable que para nuestros vecinos los españoles seamos demasiado complicados. Les resulta demasiado difícil entender que queramos ser modernos pero manteniendo lo viejo, eso que se denomina eufemísticamente la actualización del pasado, para acabar no sabiendo a ciencia cierta lo que significan las cosas. Así, para los franceses el 14 de julio, el día nacional, recuerda la toma de la Bastilla, momento álgido de la revolución francesa. Nosotros lo complicamos, no hemos superado el barroquismo en la política.

Al celebrar la fiesta en el día del Pilar no sabemos si es por la virgen o por la Guardia Civil, que tiene también su día en esta fecha, o por el descubrimiento de América o el final de la Reconquista con la toma de Granada o la defensa de Zaragoza contra los franceses. Salvo que hayamos quedado en que ese día es el de la fiesta nacional no sé que tenga demasiado que ver con lo nacional. Tendría que ver más con lo histórico, con lo cultural de la hispanidad y los países que surgieron del viejo imperio colonial, algo muy diferente, casi antitético con lo nacional español que se desea celebrar, pues supongo que no se desea conmemorar en este día que todas estas naciones hispanoparlantes se independizaran de España. Me temo que los nacionalistas periféricos, mucho más coherentes, debieran dar lecciones de celebraciones a los padres de la patria común, porque la fiesta nacional en el día de El Pilar resulta demasiado compleja.

Mejor hubiera sido elegir como tal día el de la Pepa, el de la Constitución de Cádiz, o el del fusilamiento de Riego -sospecho que ya nadie sabe quién fue ese señor- o, simplemente, el de nuestra actual Constitución. Pues lo auténticamente nacional después de la dictadura de Primo de Rivera, de una República frustrada por una guerra civil de tres años y una nueva dictadura de otros cuarenta años, fue la Constitución de 1978, aunque no esté en su mejor momento de estima, precisamente por un éxito que ha conseguido aburrir a los políticos. Pero no desfallezcamos, no seré yo el que cargue con la culpa de crear más problemas (y, sobre todo, de quitar un día festivo), que si hay que cantar aquello de que la virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa sino capitana de la tropa aragonesa, se canta, y, además, poco a poco le vamos poniendo contenido al día del Pilar. Que sigan teniendo la culpa los que la tienen.

Este día aprendí que no se debe pedir a la gente que pongan a ondear la bandera bicolor, no sea que te acusen de uso partidista de la sacrosanta enseña, tan exótica en los paisajes por donde paseo como la surafricana. Absténgase, pues, los hoteles de ponerla. Yo sólo la veía ondear, y de eso hace tiempo, delante del Ayuntamiento de Bilbao, acompañada de otra veintena de banderas, anunciando el Congreso Internacional de Marionetas; hasta de los juzgados desapareció unos días. ¿Se figuran ustedes la misma trifulca de banderas que ha tenido el PSOE y el PP entre el PNV y Batasuna, o entre CiU y ERC? ¡Imposible! Es que ellos son nacionales en lo suyo, demasiado, por eso son nacionalistas. Quizás suceda esto porque hay muchos que no queremos que España sea una nación, sino que se quede sólo en Estado.

En ese día aprendimos que, aunque los que tienen el histórico nombre de fascistas sean los de La Falange, los que hacen de verdad lo que los fascistas hacen son las mesnadas de la kale borroka. A los falangistas les para la Ertzaintza (ya no son lo que eran) y les lleva a un polígono industrial a que lancen sus gritos de rigor ante la televisión. Los que ahora rompen escaparates, incendian autobuses, amedrentan a los ciudadanos, son los abertzales de izquierdas, que no sé si son patriotas -cosa que dictaminará muy bien un amigo mío de Euskaltzaindia-, pero que sí me atrevo a decir que nos son de izquierdas. Creo que la Ertzaintza se equivocó, que tenía que haber dejado pasear a los de Ynestrillas y mandado al polígono industrial a nuestros liberadores locales. El día del Pilar también pudimos aprender eso.

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