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La catarsis de Izquierda Unida

Coincidían días pasados Julio Anguita y un grupo de allegados políticos, a través de un documento que hicieron público, con lo que una semana antes, en la sobremesa de una comida, yo le había manifestado a un destacado dirigente provincial de IU en Córdoba.

Digo coincidía, si bien sólo lo hacíamos en la dirección a tomar, aunque creo que no en el sentido de la misma.

Lo cierto es que el proceso de descomposición interna al que ha llegado la coalición de izquierdas, lo que podría convertirla incluso en una fuerza extraparlamentaria, obliga a sus dirigentes y bases a plantearse con inmediatez un proceso de refundación si no quiere difuminarse definitivamente en el seno del PSOE -muchos de sus dirigentes ya han dado ese paso- o quedar reducida a una presencia testimonial en la vida política del país.

Cierto es que esta refundación puede producirse en dos sentidos bien distintos. Uno, el que parece propugnar Anguita, regresando a la disciplina ideológica y organizativa del comunismo democrático. Otro, desligándose precisamente de éste para, desde una novedosa interpretación liberal del pensamiento de izquierdas, afrontar el reto de conjugar ambos postulados, ocupando así un espacio político que hoy está virgen y que bien podría representar lo que ahora entendemos por el centro sociológico del país.

Sería aunar en un mismo proyecto a la izquierda intelectual, independiente y libre de cualquier tipo de atavismos, con el liberalismo más progresista, para así conformar una propuesta ideológica y conceptual que pudiese calar en una amplia base social que hoy debe decidir entre socialismo o centro-derecha más por el papel hegemónico que hoy en día juegan ambas opciones en el panorama político español, que por la calidad, transparencia y definición de sus propuestas y de sus propios líderes.

Desde luego, lo que resulta de todo punto inviable es el mantenimiento de una coalición que de alguna forma viene representando un fraude en un doble sentido.

Fraude hacia el electorado, porque bajo la apariencia de una verdadera coalición de izquierdas, aglutinada por la esencia del carácter independiente de sus miembros y la autonomía de las organizaciones en ella coaligadas, se esconde simple y llanamente la organización política del partido comunista, que con mayor o menor éxito monopoliza la vida orgánica de la coalición, mediatizándola en su funcionamiento.

Y fraude, también, para la acción política, porque no dudo que muchos comunistas que conocen bien de la titularidad de Izquierda Unida, deben someter sus anhelos en brazos de una coalición que cada día da más muestras de no saber dónde se encuentra su proyecto ideológico y social, mostrándose nacionalista en según qué circunstancias, estatalista en otras, constitucionalista aquí o republicanista allí, a la vez que apoyando o criticando proyectos políticos conservadores o progresistas según el aire de supervivencia que puedan insuflarle quienes desde ellos y por su apoyo le brinden un espacio político.

De ahí que sean muchas las corrientes de opinión dentro de la coalición, no ya para matizar un proyecto común, lo cual sería sumamente beneficioso, sino para establecer ese proyecto que sigue sin ver la luz tras 21 años desde su fundación.

Reconozco que la tarea no debe ser sencilla no ya por el protagonismo que no desean abandonar la mayoría de sus líderes actuales, sino porque todos ellos, fundamentalmente los ligados al partido comunista, saben del frío que haría en la calle si el propio PC tuviese que competir en soledad, desde la desnudez de sus siglas, en nuestro actual marco electoral, lo que se traduciría en una indudable marginalidad política.

Por ello que, bajándonos al plano de lo provincial o autonómico, choque que mientras unos apuestan por la libre competencia, por liberalizar nuestro mercado laboral y empresarial y nuestro desarrollo urbanístico, otros, en la misma formación, presenten, a través de un libro, la figura de Fidel Castro como paradigma del desarrollo social de un pueblo.

Tan brutal colisión de conceptos no puede resolverse sino desde una profunda catarsis interna, traumática sin lugar a dudas, que permita, al menos, la subsistencia política de una corriente de izquierdas que oponer a la prostitución de ideas que hoy representa el socialismo gobernante y que bajo la formula que apuntaba al inicio de este artículo, avance en la búsqueda de líneas de pensamiento y acción capaces de adoptar lo más sano y progresista de la teoría liberal.

Una catarsis que no va a producirse simplemente por enunciar su necesidad o trasladarla a un documento, sino con una actuación mucho más valiente y arriesgada a la que no sé si estarán dispuestos los dirigentes y bases de IU que estuviesen de acuerdo en ella.

Enrique Bellido fue senador del PP por Córdoba.

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