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Columna
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Amanecer

A mí me gusta el himno de la beatificación de los mártires de la República. Concretamente me abono al juvenil, al que conecta con el mundo de hoy, según dicen sus creativos (creador no hay más que Uno, seamos consecuentes). Si se fijan ustedes en el estribillo comprenderán que la idea que manejan los autores es lo más en neomodernidad a la Bin Laden, enteramente yihadista de ayer, de hoy y de siempre: dar la vida. "Como los mártires, nuestros hermanos, de tierra hispana queremos ser: dar nuestras vidas, unir las manos y prepararnos para un nuevo amanecer".

Lo que no está claro es por qué quieren ser sólo de tierra hispana, ofreciendo la globalización tantas posibilidades. Aunque, ¿se refieren a España-España? ¿O estamos hablando también de las Españas de ultramar? En el primero de los casos nos encontraríamos ante un plus de actualidad en clave "la Patria no se rompe", y es por ello -por su deseo de mantenerla unida- por lo que sacrificarían sus existencias sin que se les haya hecho ni siquiera la promesa del centenar de doncellas eternamente vírgenes y dispuestas a todo en el paraíso.

Pero si desarrollamos la segunda hipótesis -una línea de investigación que el propio Acebes aprobaría-, entonces es que nos hallamos ante un homenaje añadido a las celebraciones del 12 de octubre. Pues aquí no hablamos ya de dar la vida sólo por la España de ahora, sino por los países latinoamericanos. Se han metido, pues, en un jardín, porque nuestros buenos y juveniles protomártires quizá no quieran sacrificarse a la manera en que lo hicieron Ignacio Ellacuría y su gente, o monseñor Óscar Romero. Ello no suele placer en las vaticanas sedes.

En cuanto al canto analizado literariamente, la única pega es que, en la necesidad de rimar con "nuestros hermanos" hayan tenido que escribir "juntar las manos", prácticamente afirmando que semejante acción la realizan los mártires después del sacrificio de sus vidas e inmediatamente antes de prepararse para el nuevo amaneceeer, que es lo que casa con "queremos ser". Convertida en un pío trabalenguas para mocetones melosos, la enrevesada letra oculta un enigma latente.

Es decir, ¿se amanecerán ellos solos o nos amanecerán también a nosotros?

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