Un ganador sin corona
Raikkonen, subcampeón en 2003 y 2005, es el piloto que más triunfos suma este año, cinco
El apodo de ice man (hombre de hielo) le va al pelo a Kimi Raikkonen. No por ser finlandés, que también, sino por su actitud ante la vida. Poco importa que su coche le deje tirado a media carrera, como ocurrió en el pasado Gran Premio de España; que se estrelle, caso de la carrera que se celebró en Estambul la pasada temporada; o que logre una victoria como la de ayer, que le vuelve a colocar en la pelotera final por el título y supone la número 200 para Ferrari. Ante todo ese abanico de circunstancias, su reacción es más bien parecida. Apenas hay alguna. No es piloto de fiestas, al menos dentro de la pista. Nunca lo ha sido, y no va a cambiar ahora, a sus 27 años. Raikkonen se convirtió ayer, con cinco victorias, en el corredor que más triunfos acumula esta temporada, algo que da crédito a quienes le consideran uno de los automovilistas con más talento. Esas habilidades que, en 2001, le permitieron pasar de correr la Fórmula Renault 2.0, en la que se compite con monoplazas de unos 200 caballos de potencia, directamente al equipo Sauber de F-1.
Sin embargo, hay algún detalle en su forma de conducir que nunca le ha permitido sacar el máximo provecho a esa pericia. Sus dos últimos coches, McLaren y Ferrari, se han mostrado demasiado frágiles en sus manos. Ha sido dos veces subcampeón del mundo con McLaren, en 2003 y 2005, por detrás de Michael Schumacher y Alonso, respectivamente. A principios de este año fichó por la escudería de Maranello, y media temporada después dio la razón a quienes le señalaban como el primer piloto de la scuderia, por delante de Felipe Massa, un brasileño demasiado irregular a lo largo del calendario como para poder opositar a la corona.
Por más que el finlandés tenga opciones matemáticas de proclamarse campeón del mundo dentro de dos semanas, en Brasil, son pocos los que apuestan por él. Pero hay un detalle importante en todo eso: Raikkonen no tiene nada que perder y es plenamente consciente de ello. "El campeonato de pilotos sigue estando difícil, pero intentaré ganar en Brasil, aunque el resultado final del campeonato no dependa de mí", reconoció ayer el corredor finlandés nada más bajarse del coche. En el podio de Shanghai se asistió a otra de sus famosas celebraciones. Tras levantar los brazos a cámara lenta y menear las manos en un gesto más protocolario que emotivo, descorchó el champán del ganador, lo agitó y, tras rociar a Alonso y echarle un trago, se bajó del podio. Lo hizo tranquilamente, sin muchos aspavientos, como no podía ser de otra forma tratándose de él.
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