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Columna
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Chaves reloaded

Por sexta vez consecutiva Manuel Chaves va a competir por la presidencia de la Junta de Andalucía. Y por tercera vez su principal oponente va a ser Javier Arenas. Lo único nuevo del panorama político andaluz es la candidatura de Julián Álvarez por el PA y el pobre corre el riesgo de no salir si se presenta por Sevilla e incluso de que su partido no saque nada. Las perspectivas son buenas para el actual presidente de la Junta. Todos sus adversarios parece que tienen como objetivo esa melancólica expresión "salvar los muebles". Es decir, sacar resultados dignos que les permitan continuar al frente de sus respectivos partidos más que la ambición real de la victoria electoral. El PSOE está profundamente enraizado en Andalucía, con 30 años consecutivos de hegemonía electoral. Lleva el camino de la democracia cristiana en Baviera: la asociación entre una comunidad y un partido con la renuncia tácita de sus adversarios a la competición. A veces la falta de perspectiva de una victoria conduce al PP al maximalismo y la exageración, incluidas esas patéticas llamadas a la rebeldía. Por el otro lado, en IU parecen empeñados en el suicidio al poner en cuestión tanto a Llamazares como a Valderas a cinco meses de la cita con las urnas. Por supuesto lo mejor es que haya competición, que el PSOE tenga que esforzarse para ganar, con lo que tiene que mejorar sus proyectos, ideas y abrir la organización a otras personas. Pero al final el pueblo soberano es quien decide y parece que el andaluz piensa que así las cosas van bien. Chaves ha visto pasar ya a Arenas I, Teófila, Rejón, Alcaraz, Valderas, Pacheco, Rojas Marcos y Antonio Ortega que se han quedado en el camino de las derrotas y los avatares de la política. Incluso todos los que fueron señalados como sus sucesores parece que han salido de la carrera, como Torres Vela, Mar Moreno y Griñán. Dicen que el presidente de la Junta ya no practica la carrera de fondo, pero sin duda sigue siendo un corredor de fondo en términos políticos. Sabe mezclar nuevos proyectos con la continuidad para que muchos andaluces vean preferible que permanezca en el cargo. Al menos eso se desprende de las denostadas encuestas. De su generación política en el seno del PSOE es el único que está en el ejercicio del poder. Chaves es un político prudente y poco dado a equivocarse. Tiene una extraordinaria capacidad para armar consensos y para sofocar conflictos, tanto en la gestión pública como en su partido. Es posible que no suscite entusiasmo, que no sea un líder carismático al estilo de Felipe González. Pero tampoco desata rechazos y tiene como su principal virtud saber integrar. Estos años han sido de importante crecimiento en Andalucía. Es difícil que alguien pueda ver ahora la región subdesarrollada de donde salían emigrantes para Madrid, Barcelona o Dusseldorf. Ya nadie se acuerda del PER ni de las tomas de fincas.

Para esta ocasión el presidente de la Junta y candidato del PSOE ha elegido la vivienda y la educación como elementos de debate con lo que ha conseguido marcar la agenda política. Andalucía ha pasado de reclamar el censo real de población para la asignación de fondos al gobierno Aznar, a establecer un mecanismo para discusión de la llamada deuda histórica, la negociación del Guadalquivir o el desarrollo del nuevo Estatuto. Muchos problemas nos persiguen, algunos en la gestión de servicios públicos como la educación o la salud. Otros en el empleo industrial, como Delphi, o en el despliegue de las infraestructuras de acorde con las necesidades de la población. La velocidad en la que se acorta la distancia con Europa y con otras comunidades españolas más ricas muchas veces no parece tan rápida como fuera de desear. Puede que algunos echen en falta un presidente más enérgico o más mediático. Quizás algunos desean alguien más excitante, un líder carismático y visionario que señale el camino de la tierra prometida del tipo de otros presidentes autonómicos como Rodríguez Ibarra, Bono o incluso Esperanza Aguirre, cada uno a su manera. Pero el estilo Chaves es la calma y la prudencia, la gestión para avanzar sin crear conflictos, a veces incluso el aburrimiento. Es su manera y le ha ido bien así.

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