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Columna
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El silencio de los políticos

Si algún curioso pertinente se asoma a la actualidad por los ojos del largo puente que se inicia con la semana, observará en todas las orillas la bandera de señalización en rojo. Y es que muchos políticos con mando en plaza y algunos de los que a ello aspiran, tienen más palique que seso, más euforia que prudencia, más retórica que moderación. Últimamente, andan secretando adrenalina a chorros, por furor de la espuela electoral, y esa pérdida de hormonas los deja más pasmados que de costumbre. Sólo así se explica, aunque no sirva de justificación, que el presidente Francisco Camps le pidiera la dimisión a Joan Ignasi Pla y llamara quintacolumnista a Mónica Oltra. Pedirle la dimisión a quien lidera la oposición mayoritaria, porque lo incomoda con el recordatorio de sus incumplimientos, es toda una pirueta de absolutismo fachoso. Y pretender descalificar a la, por ahora, portavoz del grupo parlamentario del Compromís, Mónica Oltra, porque lo interpeló, en nombre de numerosos ciudadanos, acerca de la reciprocidad de las emisiones de TV-3 y Canal 9, es inadmisible. Como inadmisible e intolerable e indecente es la desafortunada intervención del vicepresidente del Consell, Vicente Rambla, quien dijo, según este mismo diario, que la evocación de unos "países catalanes" solo es posible en "mentes perturbadas". ¿Sigue en su puesto el susodicho Rambla, después del grave y colectivo insulto? ¿O, tal vez, ya pertenece al dominio público que la tal perturbación la sufren precisamente aquellos que de tanto perseguir fantasmas terminan persiguiéndose a sí mismos? Qué desperdicio de criaturas. Pero, en fin, de pluralidad informativa, nada, y sí lo suyo, que es mucho y a la remanguillé, de tijeras censorias, rebanándole derechos, libertades y apenas tuétanos para un caldo, a nuestra aún canija democracia. Pero, cuidado, que esos arrebatos verbales, afecta a otros cargos de cualquier escudería que sea, impulsados por el énfasis de lo que pudo ser y no fue, y de lo que puede ser y aún no toca. Por todo lo cual, viendo lo que se ve y oyendo lo que se oye, este cronista humildemente se permite, si no un consejo, sí una recomendación a los políticos de ambos sexos: Cuidado, un silencio a tiempo vale tanto como su peso en votos. Si mira por el ojo autonómico del largo puente, verá un Compromís que se nos va a pique, pocos meses después de las celebraciones de su botadura. Un solo embate, lo ha hecho astillas. De los restos de su naufragio, más de uno se beneficiará. ¿Culpables?, le respondieron drásticamente al cronista, los hay, pero inocentes, ninguno. Por el retrovisor de ese mismo ojo autonómico, se estremecerá, treinta años después, con el asesinato de Miguel Grau, militante de MCPV, cuando pegaba carteles del 9 d'Octubre: el fascismo agónico y viscoso -tan agónico y viscoso como ahora, no crean-, lo lapidó de odio. Si mira por el otro ojo, por el ojo de la hispanidad, que consagró Ramiro de Maeztu, ándese con tiento: si le dan con un símbolo patrio, lo pueden desgraciar.

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