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Reportaje:

También Marion Jones mintió

La 'reina' de los Juegos de Sidney 2000 confiesa en un juzgado de Nueva York haberse dopado para la cita olímpica

Carlos Arribas

No tiene cuernos ni cara de demonio. No es un producto de la despiadada maquinaria estatal de las repúblicas del Este comunista ni de sus herederas asiáticas. Su cuerpo no está cubierto de tatuajes agresivos, barriobajeros, histéricos; su pose no es desafiante. Su cuerpo no se ha masculinizado. No tiene bigote, no ha perdido pecho; como mucho, granitos de acné tardío, aparato de ortodoncia, únicas sombras de su imagen. Ha sido portada de todas las revistas, desde Vogue hasta Time y, por supuesto, Sports Illustrated. Su sonrisa ha sido admirada y envidiada. Ha sido la cara amable del atletismo. La reina de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Y, sin embargo, también ella se ha dopado, también ella ha recurrido a los esteroides anabolizantes. Y también ella, la estadounidense Marion Jones, la niña de oro que nunca ha sido sancionada por dopaje, ha recorrido a punto de cumplir los 32 años la pasarela, tan transitada en 2007, en la que grandes deportistas han exhibido sus pecados y confesado sus trampas.

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Y, seguramente, también su nombre, como el de Bjarne Riis, el ganador del Tour de 1996; como los de Tim Montgomery y Justin Gatlin, plusmarquistas mundiales de los 100 metros; como el de Ben Johnson, el precursor, campeón mundial en Roma, será borrado de los historiales olímpicos, de los registros de los récords, de la historia limpia del deporte.

Jones, la última llegada al pelotón que obligará a olvidar algunos años del atletismo, confesó anoche en un juzgado de Nueva York que mintió dos veces a las autoridades federales: la primera, cuando les dijo que nunca se había dopado y que no tenía nada que ver con el caso Balco; la segunda, cuando les aseguró no saber nada de un cheque de 25.000 dólares que le pasó su novio de entonces, 2005, Tim Montgomery, quien, aparte de caer en las redes de la lucha antidopaje, fue condenado por participar en una trama de blanqueo de dinero y falsificación de cheques.

Aunque el delito de mentir a las autoridades federales está condenado con un máximo de cinco años de prisión, Jones prevé que su pena no pase de una multa y una sentencia de tres meses que no le obligaría a pasar por la cárcel. Así lo expresó en una carta en la que contaba a algunos familiares sus pecados, su decisión de acudir al juzgado acompañada de dos fiscales del caso Balco para confesar su dopaje, y les pedía disculpas por haberles engañado. También, según informó ayer The Washington Post, les decía que durante dos años, 1999, el de los Mundiales de Sevilla, donde obtuvo dos medallas (oro en los 100 metros y bronce en longitud), y 2000, el de los Juegos de Sidney (cinco medallas, tres de ellas de oro), utilizó una sustancia, dos gotas bajo la lengua, que ella creía que era aceite de linaza porque así se lo decía quien se lo pasaba, su entrenador, Trevor Graham, y que en realidad eran de THG, el anabolizante invisible, inventado por los laboratorios Balco. También les contaba que descubrió la verdad en 2002, pero que tuvo tanto miedo que lo negó mientras pudo. Anoche, según France Press, se contradijo en el juzgado al decir que la había tomado "entre septiembre de 2000 y julio de 2001" y que se había enterado "en 2003". En cualquier caso, en una conferencia de prensa posterior, lamentó su "traición", dijo ser "la única responsable" y confirmó su "retirada" de las pistas.

Dick Pound, presidente de la Agencia Mundial Antidopaje y miembro del COI, ya ha pedido que Jones sea desposeída de sus medallas de Sidney. También lo han hecho el Comité de Estados Unidos y el de Australia, que tuvo que soportar en los Juegos el numerito conmovedor del campeón mundial de peso, C. J. Hunter, proclamando su inocencia tras dar positivo por nandrolona. A su lado, estrechando su mano, su esposa de entonces, Jones. Años después, cuando Jones y su nuevo novio, Montgomery, se entrenaban con otro histórico, Charlie Francis, el técnico de Johnson, sería Hunter quien delatara a su ex contando cómo la inyectaba subcutáneamente hormona del crecimiento. En junio de 2006, Jones, ya no tan sonriente, ganó el Campeonato de Estados Unidos de 100 metros. Semanas después dio positivo por EPO. Pero el contraanálisis no confirmó el resultado y eludió la sanción.

Para el penúltimo recordman de los 100 metros, Gatlin, la Agencia Antidopaje de Estados Unidos pide una sanción de ocho años por dopaje. La misma pena podría solicitar para la ya ex reina de Sidney.

Marion Jones llora ante los periodistas a su salida de los juzgados de White Plains, en Nueva York.
Marion Jones llora ante los periodistas a su salida de los juzgados de White Plains, en Nueva York.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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