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Reportaje:

"Les voy a llevar el cadáver a la puerta del Ayuntamiento"

Un acusado reconoce a su madre el crimen de Berga en una conversación telefónica que ayer escuchó el tribunal

Si una imagen puede valer más que mil palabras, unas palabras pueden valer más que mil folios de diligencias judiciales. Ocurrió ayer en la Audiencia de Barcelona, en la primera sesión del juicio por el crimen de Berga, acaecido el 27 de mayo de 2005 durante las fiestas de la Patum, cuando Josep Maria Isanta fue apuñalado mortalmente tras una pelea tumultuosa.

Las acusaciones reclamaron del tribunal de la Sección Séptima que se reprodujera la conversación telefónica que mantuvo desde la prisión el acusado Raúl Bravo, con su madre, Cristina Ballesteros. Las defensas se negaron, pero el tribunal accedió. Éste es un extracto.

Raúl. Parece que hayamos matado al hijo del Rey en vez de a un subnormal.

Cristina. Ya... mira, es lo que parece... porque vamos, ni que fuera... Ya ves tú.

R. Ni que fuera el hijo del Rey, ya te lo digo yo.

C. Sí, el hijo de un sinvergüenza como los demás. Pero bueno.

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R. Un puto hijo de puta, hombre.

C. Pues sí, cariño.

R. ¡Cojo y lo mato otra vez, ya te lo digo!

C. No, hijo... Eso sí que no, mi amor (Risas).

R. ¿No? Ya ves... cómo van a flipar. Les voy a llevar el cadáver a la puerta del Ayuntamiento.

C. (Risas). No digas barbaridades, Raúl.

R. ¿Que no diga barbaridades? ya te digo yo que van a flipar.

La conversación fue grabada el 6 de abril de 2006 con autorización judicial en otro procedimiento por tráfico de drogas que implicaba a la madre de Raúl Bravo. Quizá por eso y porque en ese diálogo el acusado no deja demasiado bien a su abogado, las defensas se opusieron a reproducir la cinta. Bravo incluso negó que fuese él quien mantuvo ese diálogo.

Además de Bravo, ayer declararon otros tres de los nueve adultos acusados del crimen de Isanta, del homicidio intentado de otra persona y de las lesiones producidas a otros cuatro jóvenes. El fiscal solicita para ellos penas que oscilan entre los 48 años y medio y los 53.

Tres acusados culparon de los hechos a algunos de los seis menores que en su día fueron condenados en otro proceso. El único que se desmarcó fue Santiago Sánchez Pachón, quien dijo que vio a Pablo Méndez Vizueta que apuñalaba a alguien en el pecho. Éste lo negó recordando que no le hace falta emplear navajas para defenderse porque practica artes marciales.

Una juez malhumorada

La juez Ana Ingelmo no se distingue por tratar bien a los abogados. Y ayer, como presidenta del tribunal, no fue una excepción e interpeló por igual a acusaciones y defensas. Tan obcecada estaba en que no se repitiesen preguntas que no se percató del momento en el que Santiago Sánchez Pachón declaró que vio a Pablo Méndez Vizueta clavar una navaja.

La confesión fue explotada minutos después por el letrado Jaume Asens, pero la magistrada le interrumpió para corregirle y preguntar ella. El acusado reiteró la declaración y quien quedó en evidencia fue la juez.

Otro abogado interrogó a Sánchez Pachón hasta la saciedad sobre el número de personas que participaron en el tumulto. "Me está sacando de quicio. Yo no iba contándolos uno a uno cuántos había", replicó el acusado. Poco antes había reconocido que era esquizofrénico y poco después, también a preguntas de otro letrado, explicó que ayer, antes de salir de la Modelo, había ingerido la medicación habitual. Queda la duda de si eso forma parte de la estrategia de defensa.

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