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Columna
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Estridencias

Se dirige uno, atento y sin prisas, en coche a su casa tras la brega cotidiana y choca con las palabras del estridente diputado autonómico valenciano Ricardo Costa, y apaga la radio. Las declaraciones de Costa son desapacibles, chirriantes y agudas en exceso, sin entrar al trapo sobre la exactitud o veracidad de las mismas. Indicar que el presidente del actual Gobierno español le tiene antipatía a los valencianos, o no es de fiar, o no invierte, o no soluciona nada, o está atado de pies y manos por los compromisos electorales contraídos con otras comunidades autónomas, o que es origen y causa de todos los agravios comparativos habidos y por haber hacia los valencianos, poco importa. Cualquier día se le ocurrirá al diputado Costa decir que a Rodríguez Zapatero se le debe preguntar por la propagación entre los valencianos del síndrome de inmunodeficiencia adquirida o por la riada de 1957, por si tuvo algo que ver, y se quedará tan tranquilo.

Y el mismo día de este apacible otoño se sienta uno a la fresca por tal de tomar café y echar un vistazo a la prensa, y se da de bruces con un manifiesto o escrito del secretario general del PP en la Comunidad Valenciana, que es el mencionado y castellonense Ricardo Costa, en el que se habla, a propósito de los Presupuestos Generales del Estado presentados por el Gobierno de Rodríguez Zapatero, de los mil y un agravios e incumplimientos del Gobierno de Madrid en tierras valencianas. Inicia uno la lectura del escrito del diputado, y ya en el primer párrafo cae uno en la cuenta de que el ciudadano y la ciudadana valenciana llevan siendo, desde hace tres años y pico, más maltratados por el actual Gobierno central que un bonzo de Myanmar por la bota de una arbitraria dictadura militar. No hay sentido común, dice el joven Costa, por donde las filas de Zapatero; hay, eso sí, falta de credibilidad y electoralismo y más electoralismo arbitrario en relación con determinadas medidas sociales que se quieren introducir o aplicar. Por los cerros de Úbeda, que es por donde deambula Ricardo Costa, la política de Zapatero es el resultado del "diálogo, consenso y talante de pacotilla". Dobla uno el periódico pensando en la presencia constante del diputado y secretario general en los medios de comunicación y en el hipotético o real electoralismo de las medidas sociales del Gobierno Zapatero y lo similares que son esas medidas con otras semejantes aplicadas o que propone introducir el gobierno autonómico valenciano que preside Francesc Camps.

Pero luego reflexiona uno sobre el posible agente tóxico o bacteria que origina y promueve tanto chirrido y tanta estridencia. Porque, por ejemplo y parando mientes en el tema, electoralismo llevan a cabo de forma explícita o implícita los romanos, los cartagineses, los fenicios y Ricardo Costa. Éste último, además, supera con creces a los primeros y de forma nada respetuosa o seria. Tras las agudísimas palabras de Costa, uno apaga la radio, dobla el periódico, o esboza una sonrisa. No se comprende tanta agresividad verbal cuando hace unos pocos meses el partido del secretario general y diputado Costa ganaron aquí unas elecciones autonómicas que facilitan poder sin lugar a dudas. En un representante político tan representativo en las filas conservadoras como lo es Ricardo Costa, no se comprende tanta falta de moderación, que raya en el insulto y la insensatez. Y no se trata de la veracidad de cuanto indica o la credibilidad que merecen afirmaciones tales como que el Gobierno de Zapatero no tenía alternativas a la política hidráulica del Gobierno Aznar, la política de los grandes trasvases entre cuencas que tan nefastos resultados han tenido en algunos rincones del Planeta. Ahí están las desaladoras y el futuro nos hablará sobre la inconveniencia o bondad de las mismas. Aunque ese, vecinos, no es el tema.

El asunto gira en torno al elemento tóxico que origina la estridencia, por ejemplo, de Ricardo Costa. Un agente tóxico más dañino que el que está matando petxinots en L'Albufera de Valencia.

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