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Motociclismo | Gran Premio de Japón
Columna
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El imperio en apuros

Cuarenta y ocho años atrás, cuando el campeonato del mundo inició su andadura, constructores y pilotos de las viejas naciones europeas -Italia, Alemania, Inglaterra- dominaban la escena. Las marcas japonesas no desembarcaron hasta una década después, en 1959, y pese a triunfar en las pequeñas y medianas cilindradas no sería hasta mediados de los años setenta que sus motos pluricilíndricas de 2 tiempos empezarían a cosechar laureles en las clases grandes, sentando una hegemonía que se ha prolongado hasta nuestros días. Los corredores orientales, en cambio, no se han prodigado tanto en los podios (tan sólo hay cuatro campeones del mundo japoneses); quizá por eso, la primera vez que uno de ellos se alineó en una parrilla la prensa deportiva del Reino Unido se lo tomó a chiste -is it a joke?- con su británica mordacidad.

Pero los tiempos cambian, el mundo da muchas vueltas y aquellas risas hace tiempo que se tornaron llantos, desde que nombres como AJS y Norton pasaran al desván de la historia del deporte y el campeonato adquiriese un inequívoco acento nipón.

Ayer, el chiste era otro. Un italiano, un francés y un español en el podio, escuchando Fratelli d'Italia en posición de firmes y celebrando la victoria del primero sobre una máquina italiana en el corazón del imperio del Sol Naciente, calzada -eso si- con neumáticos japoneses. El ganador Loris Capirossi, que a sus treinta y cuatro años es uno de los abuelos de MotoGP, llevaba una chichonera de bebé como casco cuando la MV Agusta de Phil Read se adjudicó la corona de 500cc en 1974, la última que un constructor lograba en la clase máxima. Hasta ayer, con el 4º puesto de su compañero de filas Casey Stoner que daba a Ducati los puntos necesarios para proclamarse campeona mundial por primera vez en su historia (convirtiéndose en el segundo campeón más joven de la categoría máxima, tras Freddie Spencer en 1985). Y con los títulos de 125 y 250 ya en el zurrón de Aprilia, se cumplen 47 años desde que la industria europea no copaba el triunfo en todas las categorías (1960, MV Agusta en 125, 250, 350 y 500 cc).

Vale ya con las estadísticas ¿Qué es lo que pasa ahora por la mente de las eminencias grises de Honda y Yamaha? Los japoneses están seriamente preocupados, y no les faltan razones para ello. Llevaban tanto tiempo liderando la innovación tecnológica en la alta competición que sus prudentes métodos de trabajo les han jugado una mala pasada.

Qué bien queda eso de que la arrebatada pasión latina bate al reflexivo genio oriental. Impone como tema de discusión ante la barra del bar, y le puede funcionar a algún columnista despistado -interesante argumento para un libreto de ópera también; anímense, renovadores del género-, pero las cosas son algo más prosaicas. Tienen que ver con el esfuerzo y el trabajo de mucha gente, con las circunstancias de cada carrera y, también, con la fatalidad, la suerte y la determinación de cada una de las personas implicadas en este gran teatro mediático-deportivo que es el Mundial. No se vayan todavía, la función debe continuar.

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