Goleada entre silbidos

Sometido como acostumbra a un torbellino de sensaciones negativas, a la polémica por sus fichajes de ida y vuelta, a la bronca con la grada, a la carestía presupuestaria, el Atlético se dio anoche la primera alegría, algo ácida, eso sí, en muchísimo tiempo. Apático en la Liga, donde el equipo de Javier Aguirre no termina de enchufarse, el club del Calderón sentenció la eliminatoria con el Erciyesspor turco, un grupo menor, espoleta del juego viril pero sin chispa que se practica en la Anatolia profunda.

La cita no fue el bálsamo que se esperaba tras siete años fuera de Europa. Ni el rival, descendido a Segunda, era de enjundia, ni el juego de los rojiblancos fue para tirar cohetes. Más bien para soltar lágrimas. La goleada llegó por obligación más que nada. Los apenas 25.000 aficionados presentes incluso pitaron el estilo aburrido de su escuadra. Cada bronca estuvo justificada: la dejadez de Maniche, más y más orondo, la empanada de Eller y Perea para salvar una pelota inofensiva... El segundo gol de Luis García, ya en el tiempo añadido, acalló los resquemores.

Con muy poquita cosa, el medio fichado del Liverpool enloqueció a los otomanos. Como cuando le robó la billetera a Yogurtcu y chutó a puerta. El portero rechazó el cuero como pudo, y se la dejó en bandeja a Forlán, que marcó ajustando la mirilla al poste derecho. De esa guisa cayeron todos goles. Si Abbiati transmitía seguridad -nadie le agobió, salvo en una entrada de Coskun, que le noqueó unos minutos-, su colega Yusuf mostró que no tiene ni idea de cómo atajar un balón. Entre bostezos, el Atlético zarandeaba el nogal y las nueces caían al cesto a plomo.

El primero que lo comprobó fue Mista, que abrió el marcador a puerta vacía, después de una triangulación bonita entre Forlán, Jurado y Luis García. El punta de Caravaca se llevó el botín, un balón suelto que sólo tuvo que empujar adentro. Menos alegre se quedó Jurado, con un esguince de tobillo.

Las anunciadas rotaciones, ocho respecto a los titulares en Murcia, no influyeron en el espectáculo. Esté quien esté en el campo, el Atlético no se suelta la melena. Le pueden los nervios, la historia o los bacilos del estómago. Los de Aguirre siguen sin dar con la pócima del jogo bonito. Les salva la dinamita de sus bandas, que no terminan de conectar con Maniche, Raúl García o el cerebro sin discurso de turno. Si las alas son picantonas, el mediocampo es un agujero negro. Las caras serias del final lo decían todo. Y eso que el Atlético ganó por goleada.

Goleada entre silbidos