Movilidad y sostenibilidad
Vitoria era una ciudad sostenible antes de que existiera la Agenda 21. Hasta 200.000 personas vivíamos en una ciudad compacta, donde el transporte público era casi innecesario: comprábamos en el centro o en la calle Gorbea, nos divertíamos en el Casco Viejo, en el Ensanche, en Judizmendi o en la Avenida. Trabajábamos en el centro o en Uritiriasolo, Gamarra o Betoño. Visitábamos a amigos y familiares a 15 minutos andando. Ahora compramos en el Boulevard o en el Gorbeia, nos divertimos allí y en el Buesa Arena; trabajamos en Júndiz, el mayor y más insostenible polígono industrial de Europa, con inmensas avenidas y pequeñas calzadas; visitamos a nuestros amigos en Lakuabizkarra o en Zabalgana, con grandes y desprotegidas calles donde necesitan el coche hasta para comprar el pan. Trasladan a cientos de empleados de la Caja Vital, de Esmaltaciones, de Pemco, de Fournier... a lugares donde no llega el transporte público. Como no llega donde construyen un gran Centro de Interpretación de la Naturaleza, que visitaremos en coche. Y todavía nuestros políticos nos critican por usarlo demasiado, cuando han sido ellos y sus técnicos los que han diseñado esta nueva ciudad donde vivir caminando ya es una excepción. La sostenibilidad no es una cuestión de metros cuadrados de anillo verde, ni de estrangular la ciudad compacta cerrándola sólo para turistas. Debe de ser algo cotidiano y razonable, como lo era la ciudad hace 15 años, y para descubrirlo no hacen falta grandes estudios de movilidad.
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