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Reportaje:INVESTIGACIÓN | Certamen Europeo en Valencia

Sequía de 'cerebros' jóvenes españoles

Ignacio Zafra

Abdusalam Abubakar no es un hacker, pero algo sabe sobre el tema: "Está claro", comentó ayer, "que todos tenemos miedo a utilizar nuestra tarjeta de crédito en Internet y que alguien averigüe nuestra clave. Lo que he demostrado es que en ciertos casos es posible efectivamente obtener esos números secretos". Abubakar no da tampoco el perfil que uno espera de un irlandés: Es alto, flaco, negro, tiene 16 años y un bigote incipiente. Pero el chaval, que ayer se alzó con uno de los primeros premios del XIX Certamen Europeo de Jóvenes Científicos, organizado por la Comisión Europea y celebrado en Valencia, es una prueba viviente del éxito del sistema irlandés para potenciar el talento investigador antes de que acabe el instituto. Lo contrario del caso español, por lo visto ayer y en las 18 ediciones anteriores.

Un inmigrante somalí gana el premio para Irlanda con un trabajo sobre criptografía

España no consiguió ninguno de los tres primeros premios (dotados con 5.000 euros), ninguno de los tres segundos (3.000 euros), ni de los tres terceros (1.500 euros). A pesar de ser el país anfitrión (la Universidad de Valencia se encargó de montar el certamen, celebrado en la Ciudad de las Ciencias), no logró tampoco ninguno de los 10 premios honoríficos, que consistían en estancias cortas en instituciones como el CERN, la Agencia Espacial Europea y otras.

La cosa viene de largo. En 2005 un equipo canario se colocó entre los tres primeros. En 1993, otro grupo español logró una de las terceras plazas y ahí se agota el palmarés.

Al otro lado estaba Abubakar, nacido en el sur de Somalia, hijo de trabajadores inmigrantes no cualificados, que estudió en la red pública de su país y en la de Kenia antes de llegar hace tres años a Irlanda. "Mis padres no fueron al colegio, así que para mí es un privilegio poder hacerlo. Y es un gran honor representar a Irlanda a pesar de llevar sólo tres años viviendo allí", declaró.

Abubakar compartió el primer puesto con representantes de Alemania y de Hungría. Su proyecto consistía en demostrar la vulnerabilidad que presenta, en algunos casos, el sistema criptográfico RSA, nombre del algoritmo en el que está basado el modelo y que proviene, a su vez, de las iniciales de los investigadores del MIT Ron Rivest, Adi Shamir y Len Adleman, que lo describieron en 1977. El sistema RSA se utiliza para cifrar datos en la Red.

El húngaro Márton Spohn, de 18, presentó un proyecto sobre los sistemas de autodefensa que despliegan algunas plantas, como la menta, cuando son víctimas de una plaga. La aplicación de su investigación en la búsqueda de pesticidas más ecológicos, dijo durante la conferencia de prensa, resulta "evidente".

Florian Ostermaier, de 19 años, y Henrike Wilms, de 20, los miembros del equipo alemán, se habían dedicado a estudiar un efecto que observaron por casualidad en una cueva: cada vez que una gota caía del techo, parecía brillar a cierta altura. Lograron explicar matemáticamente el fenómeno. Comprobaron que el reflejo dependía de la oscilación de la gota. Y constataron que el fenómeno puede observarse siempre que una gota se desprende de alguna parte: un grifo, una cornisa, una ducha. Ostermaier y Wilms no han pensado todavía en una aplicación práctica de su descubrimiento.

Las dos investigaciones españolas (de un total de 80) seleccionados para el certamen fueron presentados por alumnos catalanes. Su sistema educativo, coincidió uno de ellos (Àngel Solanellas) con los miembros españoles de la organización, exige que los chavales de bachillerato elaboren un proyecto científico. "Y eso", afirmó, "es una ventaja para este tipo de concursos".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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