Joan Tena, coreógrafo y bailarín
Fue un gran innovador de la danza en la década de 1950
Con apariencia de patricio romano y con una mirada azul metálico, Joan Tena fue un bailarín, coreógrafo y maestro rebelde. Nacido en Barcelona, sus primeros contactos con la danza fueron a través de la danza rítmica.
A la edad de 14 años se inició en la danza clásica con el maestro Joan Magriñà, si bien su profesora y gran amiga fue la mítica maestra rusa afincada en la capital catalana Maria Goubonina -la célebre "Madame Noreg"-. Joan Tena fue uno de los pioneros en Cataluña en introducir el dodecafonismo en la danza. Su fama se inicia en 1952 cuando, con la ayuda de un mecenas privado, forma el Ballet Joan Tena. La compañía que se presenta en el teatro Calderón de Barcelona tiene el apoyo de un grupo de intelectuales que Tena consigue reunir en su entorno: Antoni Tàpies, Joan Brossa, Joan Josep Tharrats, Josep Guinovart, Ramon Trabal Altés, Josep Maria Mestres Quadreny y Xavier Montsalvatge, son algunos de los artistas.
El repertorio de la compañía de Joan Tena estaba formado por coreografías en su mayoría de su director. Entre ellas destacaban La Rambla, con música de Joan Comellas; Carnaval, de Schumann; Suite abstracta y El Mandarín maravilloso, de Béla Bartók, con decorados de Josep Tharrats. En esta compañía bailaban el propio Joan Tena y Antonio Mullor, Pilar Llorens, Consol Villaubí y Maruja Blanco.
El Ballet Joan Tena realizó giras por Cataluña, Suiza y por el resto del Estado en el marco de la programación de los Festivales de España. En 1957 se disuelve la compañía y nace el Ballet de Cambra integrado por un reducido número de bailarines. Su repertorio incluye Barcelona blue, de Montsalvatge; Allegro bárbaro, de Béla Bartók, y L'ocell blau, de Chaikovski, entre otros.
En el año 1979, paralelamente a su condición de maestro de danza, crea el grupo Joan Tena Ballet Drama. En esta etapa destacan las coreografías Madame Liuvob, Cantigas de Alfonso X el Sabio y La hipocresía de Dios, en memoria de Nijinski. Más adelante crea un grupo nuevo para el que coreografía Campanades a mort y El meu amic el mar, ambas con música de Lluís Llach.
Junto a su trabajo de coreógrafo y bailarín hay que destacar su disciplinado trabajo como maestro de baile. En su carismático estudio del barrio de Gràcia de Barcelona, rodeado de recuerdos, daba sus clases. Joan Tena nos enseñó a apasionarnos por la danza. No quería espejos en sus clases: el baile hay que sentirlo en el cuerpo, gritaba, agitando su bastón. En sus clases siempre hubo un piano. No quería la música grabada. Interrogaba a sus alumnos sobre música, literatura y teatro. Joan Tena quería que sus discípulos tuvieran curiosidad por las otras artes. Los domingos por la mañana nos solía llevar a los conciertos del Palau de la Música. Adoraba la música de Aram Khachaturian y murió soñando con ser director del ballet nacional catalán.
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