Un problema fantástico
Extremista por definición, el Barcelona es presa de la impaciencia cuando sólo se llevan tres jornadas después de haber sido excesivamente condescendiente durante una temporada. El equipo no encuentra el punto de inflexión y se sospecha que la directiva cerró la crisis en falso con un abanico de fichajes que no sólo tenían que revertir el juego colectivo sino que espabilarían a las figuras encantadas. Ocurrió en Pamplona que después de mezclar a los nuevos Milito, Abidal, Touré y Henry, con los viejos, el Barça tuvo los mismos defectos que el curso pasado, así que le pudo la previsibilidad y la rutina. A veces da la sensación de que el equipo alcanzó la cima en París y desde entonces es víctima del cansancio físico y del agotamiento mental. Repite tanto el juego que en cuanto aparece un futbolista nuevo como Bojan parece el mejor simplemente porque juega diferente.
Ronaldinho simboliza mejor que nadie la sensación de parálisis. La diferencia entre el mejor y el peor Barça la marca la velocidad de ejecución de la jugada. El equipo se supera ahora en el arte del balón parado como suerte suprema. Falto de liderazgo y jerarquía como está el plantel, el capitán se ha acomodado como ariete en un equipo en el que sólo valen los verdaderos especialistas. A Ronnie se le consintió que se arrancara desde la izquierda sin ser un 11, porque a su llegada desequilibraba los partidos con sus jugadas, y no con los tiros libres porque nadie alcanzaba a tirarle. El atrevimiento del gaucho acabó con la cobardía del equipo y su sonrisa levantó el ánimo de un club deprimido. Ahora, en cambio, el grupo se ha contagiado de la melancolía de Ronaldinho y la delantera se ha convertido en un escaparate de modelos con Henry al frente. El problema del Barça, por tanto, es que sus fantásticos delanteros no marcan la diferencia, circunstancia que repercute en Rijkaard obviamente y también en Laporta. Al entrenador le toca intervenir para mejorar la mecánica del juego y al presidente le corresponde delimitar unas responsabilidades que comienzan en la propia junta. El Barça es víctima de su retórica y grandilocuencia, de que no sólo es més que un club, sino que su equipo se lleva con la gorra, de manera que si conviene se cambia al técnico por caduco o depresivo y santas pascuas. Así empezó la decadencia de Florentino, victima de la mercadotecnia, de la fama y del ego.
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